73. Feliz año nuevo
Las uvas seguían en la nevera, ni siquiera llegó a separar doce en un plato. Se había quedado dormida en el sofá con una película, por no ver uno de esos aburridos programas de fin de año. Se perdió las campanadas, poco le importaba. Pero antes, previsora, añadió una alarma en el móvil a las 0:05. Con ello le daba tiempo de ponerse los zapatos y el abrigo, desenrollar una tira de serpentina sobre sus hombros y estar en el bar de la esquina a las 0:20. Esa era la hora acordada para la videollamada con su hija. Así le mostraría, haciéndose un hueco entre la gente, que tras el divorcio estaba bien acompañada en una fiesta y que, como su exmarido con su nueva novia, también se podía divertir sin privarle a ella de celebrar con sus amigos la llegada del 2024.
La soledad es terrible cuando no es deseada. No sé si esa madre está intentando engañarse a sí misma. Hasta cierto punto parece que lo tienen asumido. Lo que sí esta claro es que intenta producir cierta kalopsia en su hija para que no se preocupe por ella, y pueda disfrutar esa noche con sus amigos, lo cual es admirable.
Espero que el 2025 la pille acompañada.
Un abrazo y suerte.
Muy buen diagnóstico, Rosalía. Yo diría que la madre no se intenta engañar y sí, está sola en fin de año, pero quizá tampoco lo ve como algo terrible. Quizá tiene sus actividades sociales pero sin necesitar celebrar especialmente el cambio de año. Eso sí, tiene claro que la hija no lo vería igual y por eso le pinta una noche que no tiene (le hace ver una realidad más bella, esa kalopsia surgirá de la imagen que verá la hija en el móvil, una imagen «preparada» para que imagine una realidad distinta). Por eso se toma la molestia de bajar al bar de la esquina, para no privar de la diversións a la hija que seguramente no loa habría dejado sola.
Yo también deseo que la madre esté feliz en 2024 y en 2025, sea celebrando el año (como a muchos nos gusta hacer) o no.
Muchas gracias por pasarte a dejar tu comentario.
Un abrazo de vuelta.
Carme.
Pienso que tu protagonista aún no ha asumido el hartazgo y sinsabores de su relación anterior, que no le ha dejado espacio para nuevas aventuras, al menos de momento; en cuatro palabras: se siente mejor sola. Es encomiable que no quiera preocupar a su hija, que tal vez no entendería su situación actual. Las cosas volverán a su cauce y cada cual hallará su espacio, esta mujer puede que al lado de alguien, o no. Y su hija, respetando las circunstancias y deseos de su madre.
Un abrazo y suerte, Carme
Pues también és muy posible que la madre se sienta mejor sola. Y totalmente cierto que no quiere preocupar a su hija, pues la juventud seguro que ve como necesaria esa celebración por todo lo alto.
Y supongo que, si se da la misma situación el año siguiente, puede que la madre hable con su hija para que respete sus deseos, como bien apuntas.
Y, a pesar de que defiendo el deseo de la protagonista de «no celebrar especialmente el fin de año», no dejo de ver a esa madre como en un cuadro de Hopper (aunque sea con una «serpentina sobre sus hombros»).
Un abrazo de vuelta, Ángel.
Carme.
Idealizamos demasiado ciertos acontecimientos como el cambio de año. Esta mujer ha forzado una realidad que no tiene y que posiblemente no necesita. Pero si su hija es feliz así, pues a fingir un poco. No importa, lo importante es que ella sienta que es su deber.
Sí, parece que algunas fechas se deben celebrar «como se supone» (por ejemplo, hoy es una de ellas 😉
Cierto es que la madre prefiere asegurarse de que la hija se divierte con sus amigos, por eso se va al bar para la videollamada.
Muchas gracias, Rosa, por pasarte a comentar.
Un abrazo,
Carme.