76. Abundio (Pablo Cavero)
«Eres más tonto que Abundio, que vendió el coche para comprar gasolina», nos repetían con sorna a los críos en el pueblo a modo de moraleja.
El único Abundio que conocí era un tipo muy peculiar que regentaba la ferretería. Tenía un ojo a la virulé y quizá por eso veía la vida de una manera diferente. Vendía cada alcayata o cada alicate como pequeñas joyas. Presentó a su vaca al certamen de belleza con fracaso rotundo, le parecía la más hermosa de la comarca. Un chasco similar le sucedió con la tortilla de patata de su mujer, que llevó al concurso sin que ella lo supiese, para él era insuperable. El colmo fue cuando envió a la radio ese poema, para él maravilloso, con el que su hijo trataba de impresionar a su novia. Le amenazaron con una denuncia por plagio de un clásico, y además la moza mandó a escardar cebollinos a su vástago.
Tu personaje peca de optimista, pero realmente él siente aprecio por todo lo que le rodea, vaca incluida. Su hijo se le parece, al creer que con un poema copiado iba a ser capaz de conquistar a una muchacha.
Un relato con un protagonista quizá algo iluso, pero también positivo y entrañable, que todo lo ve de color de rosa. Si no es feliz, se le acerca mucho.
Un abrazo grande y suerte, Pablo.
Sí, todo lo de casa le parece maravilloso. Gracias por tu comentario que siempre es positivo y halagador. Un abrazote.
Pablo, leyendo tu micro me ha venido a la cabeza aquello de «la belleza está en los ojos del que la mira». Que es, no más ni menos, lo que le pasa al bueno de Abundio.
Un abrazo y suerte.
Pues yo también pienso que es subjetiva. Mil gracias por leer y por tu comentario, Rosalía. Un abrazo.