22. EL HOMBRE INVISIBLE (Fernando da Casa)
De niño me gustaba fantasear con que me volvía invisible y podía colarme donde quisiera sin temor a ser descubierto. ¡Qué maravilla! Podría entrar a la cocina de mi abuela y comer bollos hasta hartarme, acomodarme en el cine del pueblo sin pagar entrada, copiar las preguntas del examen sin que el maestro se diera cuenta…
Cuando intentaba alguna de esas hazañas siempre era descubierto, a veces sufría alguna reprimenda –del maestro, muchas- o incluso algún tirón de orejas del dueño del cine; me sacaba a rastras y me amenazaba con contárselo a la policía. Mi abuela no me regañaba, me bastaba la expresión de su cara para hacerme comprender que debía compartir los panecillos con el resto de mis hermanos.
Porque la comida no sobraba.
Ahora, en este país extraño, añoro los ojos de mi abuela, hasta la severidad del maestro. Intento cruzar mi mirada con cualquiera, pero me evitan. Mientras ofrezco baratijas entre las mesas repletas de turistas, me siento invisible.
Qué buen micro, Fernando, qué bien contrapones esos deseos infantiles con la cruda realidad, girando ambas cosas sobre lo mismo. El último párrafo es demoledor.
Enhorabuena y un abrazo.
Muchas gracias, Ana María.
Por desgracia, la invisibilidad tiene esas dos caras.
Un abrazo.
Qué triste y bonito
Como triste y bonita es la vida, a veces.
Gracias por comentar.
Un abrazo, Marta.
Aunque vendiese baratijas hablando a las personas que pasan por la calle, seguiría siendo igual de invisible para ellos.
Un relato sobre la desigualdad no deseada, buscada o merecida.
Un abrazo grandd y suerte, Fernando
Cierto, Ángel. Y que tire la primera piedra quien no haya contribuido alguna vez a esa invisibilidad… Yo entono el mea culpa.
Un abrazo muy fuerte para ti, Ángel.
Fernando, qué triste y qué real. La invisibilidad es un poder de súper héroe. Excepto si eres una persona migrante (o pobre, o enferma, o …) y nadie quiere verte. Un micro que remueve conciencias.
Un abrazo y suerte.
Real y cotidiano, Rosalía. Tanto, que seguramente hoy mismo se está repitiendo esa misma escena en la práctica totalidad de nuestras ciudades y pueblos.
Un abrazo.
Un final revelador. Este hombre en su país se sentía persona: iba al cine, al colegio, tenía una abuela que lo cuidaba. Pero “en ese país extraño” al que ha llegado para ganarse la vida
es invisible. Entre todos los invisibilizamos, y tienen una vida a sus espaldas, unas inquietudes, unos deseos que cumplir… Sabemos de quien hablamos, más de una vez nos cruzamos con alguno de ellos. Realmente leyéndote siento que los he ignorado, ¡mea culpa!
Yo soy el primero que los ha ignorado, más de una y diez veces. Muchas gracias por comentar, Rosa.
Un abrazo.
Genial micro, Fernando. La imaginación infantil, las frustraciones adultas, la injusticia y desigualdad e hipocresía social… Todo en breves líneas y con mucho mucho sentido.
Enhorabuena y mucha suerte
Muchas gracias por tus elogios, Alberto. Si supieras lo que me cuesta escribir algo coherente con tan solo doscientas palabras… Me lo autoimpongo como ejercicio.
Un abrazo.
Precioso tu micro, Fernando, tierno y muy duro a la vez. Qué pena tener que huir de tu país para empezar de cero en un lugar extraño. Y qué tragedia que en tu nuevo mundo ni siquiera te miren. Un abrazo y suerte.
Muchas gracias, Puri. Mi intención era esa, mostrar la parte más humana del drama de la inmigración, aunque algunos solo lo vean como un problema o números estadísticos que mejoran o empeoran la economía y la seguridad de un país… Pero esto no es un debate político, sino un encuentro de amigos que aman la literatura.
Un abrazo.