36. ESCUCHANDO SILENCIOS (Isabel Cristina)
Kike llegó muy tarde a casa; ya estábamos sentados a la mesa.
Papá lo miró enfadado y con la boca bien apretada; dominaba todo el espacio. Fue entonces cuando la abuela carraspeó, intentando cortar con su vieja garganta ese helado aire familiar.
Yo siempre prefería cerrar los ojos, queriendo eludir el mal rato que suponía dar plantón a la hora de la cena en nuestra casa.
Mamá sabía que lo mejor era acariciar el hombro de papá, consolarlo ante esa maldita y repetida impuntualidad; ella, con su media sonrisa rosa y alineada, intentaba amortiguar un poco la situación, rebajar tensiones…”Tal vez podríamos tomar el puré de verduras antes de que se enfriara”- pensaba.
Por su parte, mi hermano pretendía que funcionara aquello de buscar los ojos de papá y mirarlos de esa manera especial que le pedía paciencia lanzándole sus antiguos recuerdos de juventud. A veces le daba resultado. Así que, antes de entrar en casa, nuestro adolescente, rebosante de hormonas, enamorado y plagado de granos, había ensayado su estúpida expresión que lo declaraba un incomprendido y, a menudo, todo quedaba en nada cuando nuestro inteligente chucho corría a saludarlo moviendo desesperadamente la cola.
No hace falta inventar nuevos mundos cuando todo lo tenemos tan cerca, como el universo de esta familia, en la que suceden tantas cosas y hay tantas tensiones en precario equilibrio, sin necesidad de pronunciar ni una palabra.
Un abrazo y suerte, Isabel Cristina
Considero que está muy bien llevado: el lenguaje no verbal lo va diciendo todo. La familia, a fuerza de tratarse, no necesita palabras. Un relato que tiene más de una lectura: la dinámica de una familia convencional. Con el padre al mando , la abuela y la madre conciliadoras, la hija intentando hacerse la invisible, y el perrito, ajeno a la tensión, a su rollo afectivo. Me ha gustado mucho. ¡Ah!, y también se puede traslucir el duelo entre los machos de la manada.
Es verdad, Isabel Cristina, a veces los padres olvidan que también pasaron por la adolescencia y una simple mirada se lo recuerda… Parece que el prota es consciente de ello y lo aprovecha, qué listillo el adolescente jajaja
¡Abrazo!
Qué bien has dibujado las reacciones de cada miembro de la familia…
Bravo!
Sierte!
Cuánto agradezco vuestros comentarios! Todo me hace ver que he expresado lo que quería expresar, e incluso, que también ha aparecido algo que mi subconsciente ha soltado sin darme cuenta pero se ha visto y ahí estaba; lo que el adolescente lanzaba como recuerdos de juventud, puede verse como un duelo entre un macho alfa no agresivo y el joven y futuro hombre equilibrado y reflexivo.
Me han encantado vuestras observaciones. Gracias.
Nos leemos
Isabel, después de todo lo que te han dicho yo solo puedo añadir que casi me siento más reflejada en ese adolescente que llega tarde que en la madre conciliadora. ¡Qué tiempos aquéllos!
Me ha gustado esa escena costumbrista, tan real que nos resulta familiar a todos.
Un abrazo y suerte.
Un relato cercano y muy realista. Una escena que conlleva gestos y miradas muy bien narrada. El recibimiento del perro es un buen final para relajar tensiones familiares.
Me ha gustado por su sencillez.
Abrazos Isabel
Hola, Isabel Cristina.
Una escena familiar, porque es de familia y porque también puede resultar como el propio término.
Has relatado muy bien una de esas miradas que pueden expresarlo todo sin necesidad de decir nada, la de un padre.
Un cálido saludo.
Relato que muestra con gran acierto una situación familiar tensa por un conflicto puntual. Lo consigue sin que nadie pronuncie una sola palabra, solo mostrando miradas, gestos y algunos pensamientos. La resolución con la aparición del chucho inteligente me parece un recurso que permite cerrar el relato rebajando la tensión y provocando una sonrisa. Enhorabuena Isabel.
Un abrazo y suerte.