52. Miradas elocuentes (Juana María Igarreta)
Para “J” el tiempo es un valioso tejido del que no puede desperdiciar ni una hebra. Comparte vivienda y precariedad con otras siete personas en los extrarradios de la ciudad. Muy de mañana cruza deprisa un parque para coger puntual el primer autobús que llega al centro. En su bolso tintinean las numerosas llaves de los pisos que limpia. Sueña con el día en que una de esas llaves abra la puerta de “su casa”.
Para “V” el tiempo es un tedioso y pertinaz acompañante con el que únicamente comparte soledad. Saliendo de casa trata de darle la espalda.
“J” vuelve al barrio bien entrada la tarde. Últimamente viene observando la presencia de “V” en uno de los bancos del parque. Su estática silueta, recortada por las últimas luces del día, ha llamado su atención. Conforme se acerca, agita su bolso con disimulada intencionalidad. “V”, saliendo de su ensimismamiento, alza la cabeza. Se miran.
A partir de ese día la escena se repite una vez tras otra. Sus ojos se encuentran. Sus miradas, cada vez más prolongadas, conversan.
Hoy “J” se ha sentado junto a “V”. Al fin, hablan. Aunque, sorprendentemente, ya sabían mucho el uno del otro.
«J» y «V» se complementan: Uno (o una) quiere aprovechar el tiempo; al otro (u otra) le sobra. Hay una clara y misteriosa conexión entre ellos. Que acabasen comunicándose con palabras solo era cuestión de tiempo, pero lo importante es su diálogo anterior, verbalizarlo solo es un paso más.
Un relato sobre el misterio de que dos personas conecten y lo importante de las miradas.
Un abrazo y suerte, Juana.
Es bonito encontrarse, sentir esa conexión al mirar a los ojos a alguien. Si, además, eso consigue espantar la soledad y darle sabor al tiempo, es un tesoro. Me quedo con las ganas de saber cómo sigue la historia de J y V.
Un abrazo y suerte.
Pues sí, creo que es bonito y nada fácil encontrar esa conexión sólo mirándose. A veces, ni con todas las palabras del mundo se consigue. Me alegro de que te hayas quedado con las ganas de saber cómo sigue. Es buena señal. Muchas gracias por pasarte y comentar, Rosalía.
No es un romance convencional, porque hay dos personas que parten de situaciones muy distintas: J, mujer vitalista y luchadora que tiene necesidades materiales evidentes. Y V hombre hastiado de la vida que tiene necesidades de relación y afecto. Sus caminos se cruzan y si todo sale bien, es una Preciosa prueba de que la unión hace la fuerza.
Pues sí, de convencional tiene poco. Ven la vida de tan diferente manera que nadie podría esperar que fuera a surgir entre ellos esa atracción tan fuerte. Y menos que se produjera en un principio sólo mediante la mirada. A veces los polos opuestos se complementan. Muchas gracias, Rosa, por tus amables palabras.
Sí, como dices, lo que a uno le sobra al otro le falta. Observándose y mirándose a los ojos, se lo han contado. Al hablar, han confirmado esa conexión. Muchas gracias Ángel por tu comentario. Otro abrazo para ti.
Un relato con un planteo original en el que solo una letra identifica a los dos protagonistas de una tierna historia que se centra en el lenguaje no verbal y en las miradas. Unas miradas que se encuentran y conversan. La resolución del relato deja en el aire un significado potente sobre el poder de este tipo de comunicación que puede decir mucho del emisor sin mediar una sola palabra. Enhorabuena, Juana María
Un abrazo y suerte.
Hola, Juana. Guiándome por las iniciales de los protagonistas, «J» y «V», descubrí que quienes se miran y conocen con la mirada son «Juventud» y «Vejez». Juventud, con toda su vitalidad y fuerza de trabajo (aunque llegue cansada y tarde en la noche a su casa) y Vejez, para el cual el tiempo se ha vuelto un tedioso y pertinaz acompañante. Ambos se conocen sin hablarse, y con apenas mirarse, ya han aprendido tanto el uno del otro, que creo que ya sienten que se complementan… Seguramente difiera mi interpretación de la de los comentarios anteriores, pero el hecho de que a los personajes se los nombre solo por sus iniciales abre a muchas interpretaciones e imaginaciones.
Me han gustado mucho estas miradas elocuentes.
Cariños,
Mariángeles
Hola, Mariángeles, qué perspicaz has estado. Efectivamente,la «J» es de juventud y la «V» de vejez, así me los imaginé. Mirándose se han ido conociendo, cada uno desde su momento de la vida y desde su particular percepción del tiempo. Muchas gracias por tus certeras palabras. Me alegro de que te haya gustado. Besos para ti.
Aunque lo importante es la elocuencia de las miradas, dando un poco lo mismo el género de los emisores, lo cierto es que imaginé a «J» representando a una persona joven y a «V» una persona vieja, es por lo que los nombré con esas iniciales. Muchas gracias, Josep Maria, por tu interesante comentario. Otro abrazo para ti.