78. Apariencias
Sentados en un banco ella leía, él la observaba. A ella se le resbalaron las gafas, él las recogió del suelo. Él se atrevió a decirle que tenía una pestaña en la mejilla. Ella se lo agradeció, sopló y se pensó un deseo. Hablaron en consonancia, del tiempo y de naderías. A ella le entró una risa tonta, él se ruborizaba. Él se creyó enseguida enamorado, ella se distraía. Le ofreció un cigarrillo, pero a ella no le gustaba el humo. Él quiso besarla. Ella le dijo quita y se apartó un tramo. El silencio se adueñó del parque y a partir de ahí ya no sabían. Ella consultó la hora y él le preguntó si se había dado cita. Antes de responderle apareció Clara que la envolvió en sus brazos y le regaló un beso apretado como los del primer día. Ella dejó el libro en el asiento. Él se refugió extraviado entre sus líneas. Mano en mano con su novia ella abandonó el sitio. Con alguna prisa.
Laa cosas no siempre son como parecen, es mejor esperar a reunir todos los datos, los verdaderos, que no tienen por qué coincidir con lo que creemos ver.
Me alegra volver a leerte tras bastante tiempo.
Un abrazo y suerte, Mei
Buen relato. Nunca hay que dar nada por sentado. Y menos en las cosas del amor.
Gracias, a los dos por comentar.
Desde luego, vaya final inesperado. A veces enamorarse es un deporte de riesgo.
Un abrazo y suerte.