86. Con dolor
Bastaba con que ella fijara sus ojos en mí para que los míos se cucaran en un gesto con el que le enviaba todo mi cariño. Cuando me señaló la manzana supe que nos la comeríamos, pese a lo que nos habían advertido. Caí en la cuenta de la gravedad de nuestra acción mirando cómo enarcaba las cejas y levantaba desmesuradamente los párpados a medida que oíamos nuestro castigo.
El amor es así, ciego del todo. Somos capaces de hacer cualquier cosa si nos lo piden los ojos adecuados que, en este caso, Adán vio alterarse ante el terrible castigo de la expulsión del paraíso.
Un relato que demuestra que las miradas lo dicen todo.
Un abrazo y suerte, Ángeles
Gracias, Ángel! Primer micro enviado, que siempre cuesta un poco más, jajaja.
Abrazo
Hola Ángeles, bienvenida a este microrinconcito!
A veces no hacen falta las palabras, con una mirada es suficiente para caer en la tentación sin pensar en las consecuencias. Y aquí seguimos, expulsados del paraíso…
Un abrazo y suerte.