37. EL ESTORNUDO
Durante la misa por el descanso del alma de Etelvina actué como una verdadera plañidera de antaño. A mi edad los ojos suelen ser fuentes de lagrimeo constante; fingir el llanto no cuesta.
Etelvina (madre del alcalde del pueblo) y yo misma venimos a parar a la vez a la Residencia Los Amaneceres. Un sitio solo soportable para las agraciadas con habitación individual, pero, al no quedar más que una, doña Ella sería, evidentemente, la agraciada.
—A usted le tocará en cuanto se nos liberé una.
Que traduje por: en cuanto se nos muera una.
Durante dos años tuve que compartir mi vida con una pobre mujer medio loca. Salía de su letargo únicamente para contar, entre risas demenciales, lo putero que había sido su marido y lo mucho que se alegraba de que le hubiesen amputado las dos piernas.
—Roguemos al Señor para que tenga a doña Etelvina en su Santa Gloria —concluyó el párroco.
Sí, rogué, pero para que antes de tenerla en su Gloria la tuviera dos añitos en el infierno. Le di también las gracias por el estornudo descomunal que había hecho que mi rival se desnucara.
Luego me fui canturreando hasta mi nueva habitación.
Últimamente venía pensando en la vida en el pueblo, para muchos idílica y tranquila. Una visión simplista y nada documentada.
Como bien relatas en tu micro, las disputas y enconos larvados entre algunos miembros de esas pequeñas comunidades, resultan más duros porque, entre otras cosas, están obligados a cruzarse con cierta frecuencia.
Tu protagonista, igual sólo tuvo contra la madre del alcalde el contratiempo de la usurpación de esa habitación individual, pero a partir de ahí, un torrente de odios y malos humores terminó desatándose en su interior.
Bien contando.
A ciertas edades cualquier pequeño incidente puede desencadenar un final fatal, en este caso, motivo de alegría, por efecto de liberación, para tu protagonista.
Un relato con imaginativo humor negro, con actitudes y hechos posibles.
Un abrazo y suerte, Juillet
Gracias, Rosa y Ángel por vuestras lecturas y comentarios. A ver si mi prota encuentra la paz en su nueva habitación🙂 Un abrazo.
Pues sí, a mí también me ha gustado ese humor negro en la voz de la narradora. No es justo que la habitación individual se la quedara Etelvina por ser la madre del alcalde. Demasiado clasista para mi gusto.
Espero que la nueva ocupante pueda disfrutar de ella mucho tiempo.
Un abrazo y suerte.
Jeje, un estornudo con regalo incluido. Muy bien descrita esa historia de rencores añosos, Vernay. Me ha encantado.
Un abrazo
Gracias por vuestros comentarios y… ¡cuidado con los estornudos! 🙂