28. Espalda como papel de arroz
La primera vez que vio mi espalda dijo que contenía mundos, y nunca se ha cansado de traerlos a la luz con pulcritud de artista. Por las noches la convierte en pliego de papel de arroz, y la tinta transforma un costurón en arroyo crecido por el deshielo o en joven bambú arqueado por el viento. O reinterpreta mis cicatrices en caligrafías imposibles, que por la mañana se diluyen en el agua del baño, tiñéndola como las hojas del té tiñen el agua hirviendo.
El dolor fue lo primero en desaparecer, casi no lo recuerdo, hace ya tantos años… El resentimiento lo borró la pericia de sus manos. La tristeza, sin embargo, todavía alienta a veces cuando miro el cielo de verano, tan parecido a aquel otro cielo, y cada seis de agosto vuela hecha grulla al oír la campana del Parque de la Paz. Y también cada seis de agosto prende en mí un destello de agradecimiento por haber renacido del horror con una espalda capaz de alumbrar mundos. Un destello efímero, sí, pero tan hermoso como el pétalo recién desprendido de una flor de sakura.
Precioso Ana. Con un punto de tristeza, pero solo lo justo para no dejar mal sabor de boca. Pura poesía para empezar bien la mañana.
Un abrazo y mucha suerte aunque estoy segura de que tu relato va derechito al libro.
Muchas gracias, Ana María. Al tener de fondo un suceso tan monstruoso como fue aquel, es inevitable la tristeza, por mucho tiempo que pase. Un abrazo.
Cuando era pequeño, en un álbum que llegué a completar y aún conservo, recuerdo uno de los cromos con la imagen de un ciudadano japonés con la espalda quemada por la radiación . Me impresionó mucho y lo recuerdo como si lo estuviese viendo en este momento Tras un trauma semejante, un superviviente necesita algo más que reponerse físicamente de unas heridas. Solo el amor y la comprensión pueden aliviar.
Un abrazo y suerte, Ana.
(A ver si en otra ocasión que coincidamos tenemos ocasión de charlar un poquito más, solo un relato como este ya demuestra la interesante sensibilidad de su autora).
Cómo cambian las cosas, seguro que hoy día estaría prohibido incluir en un álbum infantil una foto como esa (aunque los niños puedan luego encontrar por Internet todo tipo de barbaridades).
Creo que hay heridas anímicas que son incurables, con los años uno firma con ellas un pacto de mo agresión, y aprende a aceptarlas y quizá, como la protagonista del relato, a sentir una gota de agradecimiento por que no fuesen todavía peores. Y en todo proceso de curación el amor ayuda, sin ninguna duda.
Siempre se nos queda una conversación pendiente, a ver si se nos logra alguna vez. Un abrazo y muchas gracias por tu comentario.
Qué no vio esta persona aquel seis de agosto, imposible después de lo que pasó, que fuera la misma. Sin embargo alude al artista que la ayuda a seguir pese a la tristeza.
Muy visual la descripción de los dibujos que le hace en su espalda.
El final refleja la capacidad del ser humano para seguir adelante.
La flor de sakura es la de cerezo, no lo sabía!
Ser testigo de la crueldad sin límites del ser humano y además llevarla grabada en tu cuerpo de por vida debe de cambiar a cualquiera. Pero la voluntad de sobrevivir es muchas veces más fuerte que todo lo demás, y ahí vamos, con nuestras cicatrices físicas y mentales pero hacia adelante.
Sí, es cerezo, pero en este caso, me pareció más adecuado poner sakura porque la voz narrativa es japonesa y por el simbolismo que conlleva esta flor en ese país (aunque lo estuve dudando, la verdad).
Muchas gracias por tu comentario, un abrazo.
Ana, no sé qué decir, solo que acabo de ser víctima de un síndrome de Stendhal descomunal. Creas un micro bellísimo de manera magistral a partir de uno de los peores escenarios posibles, aquel fatídico seis de agosto (gracias san Google).
Un abrazo y suerte.
Quería intentar reflejar cómo se puede encontrar belleza hasta en lo más «imperfecto», en este caso algo tan extremo como una espalda destrozada por la radiación, y cómo el tiempo y el amor pueden darnos serenidad hasta para sobrellevar lo innombrable. Muchas gracias por tu precioso comentario y un abrazo.
Belleza poética sobre un lienzo de barbarie humana.
Directo al libro.
Enhorabuena, Ana. Besos.
Faltan artistas en el mundo para intervenir todos los «lienzos» que va dejando a su paso esa barbarie. Muchas gracias por tu comentario y tus buenos deseos, Rafa. Un abrazo.
Madre mía, sin palabras, cómo se puede contar tanto y de una manera tan hermosa en tan pocas líneas. Has reflejado perfectamente cómo puede surgir la belleza dentro de la más terrible barbarie. Enhorabuena Ana!
La belleza depende de los ojos de quien mira, y de su filosofía y de su cultura… La barbarie, sin embargo, la vemos todos, aunque a algunos se la traiga al pairo siempre que sirva a sus intereses. Muchas gracias, Sara, un abrazo.
Bellísimo. Tan delicado que al leerlo he sentido temor de que se deshiciese entre mis labios. Hay horror, pero también poesía que encamina a la esperanza.
Un abrazo, Ana.
Me ha encantado la imagen de un relato deshaciéndose entre los labios. Muchas gracias por tus preciosas palabras. Un abrazo, María.
Hola, Ana.
Me atrevo a aventurar que este relato puede tener premio. Yo, desde luego, lo destacaría.
A uno se le rompen los esquemas cuando piensa en hechos históricos como el que relatas, no alcanzas a comprender la información ni cómo ha sido posible que se produzca, pero ahí está dándote un puñetazo de cruda e incomprensible realidad. Al husmear en Google y descubrir que la flor de Sakura simboliza tanto la vida y la muerte como la belleza y la violencia, me parece más que acertado que la utilices para rematar este estupendo relato.
Enhorabuena y un cálido saludo.
Con el ser humano no hay esquema que valga, somos especialistas en dinamitarlos, tanto para mal como para bien.
Últimamente he leído bastante sobre Japón -supongo que de ahí ha salido este relato- y me pareció que la grulla y la flor de sakura eran símbolos que se adecuaban a este contexto.
Muchas gracias por tu comentario y tus buenos deseos. Un abrazo.
Llevo varios días leyendo este relato y todavía no he encontrado las palabras para describir lo precioso que es, la belleza y la tristeza con la que está construido, la emoción que me produce su lectura. Al igual que esa espalda, tu relato es capaz de alumbrar mundos, mundos bellísimos e inagotables. Y además me ha llevado de la mano a la película «Lluvia negra», de Shohei Imamura.
También tu relato me llega cuando estoy inmerso en literatura japonesa (ya veo que tú también, como comentas más arriba): «Ise monogatari» y una relectura de «Indigno de ser humano», de Osamu Dazai. Este papel de arroz ha sido un complemento perfecto.
Enhorabuena y mucha suerte.
Querido Rafa, un comentario tan generoso que resulta un poco abrumador. Qué decir, más allá de alegrarme porque te haya resultado complementario a tus lecturas y darte infinitas gracias. No conozco la peli de Imamura que comentas, pero curiosamente estas últimas semanas he visto otras dos películas suyas, «La anguila» y «Agua tibia bajo un puente rojo». Intentaré buscarla. Lo que sí he visto ya son los dos cortos que me recomendaste en el comentario a tu relato. El de la historia de la humanidad es demoledor. Muchas gracias.
Qué poético este micro, Ana. Me ha gustado mucho, tiene una musicalidad que te mece hasta el final. Mucha suerte
No sé, quizá a veces la poesía sea la única forma de aproximarse a lo innombrable. Muchas gracias por tu comentario y tus buenos deseos, Jesús,un abrazo.