65. Cambio radical (Patricia Collazo)
—Hemos dicho un padre perfecto. Y ya ves que no lo es… —repite mamá ante el escaparate.
Lleva rato intentando convencerme de que el de camiseta blanca de la esquina tiene cara de bueno, que se ve que sabe cocinar pizza y además es bastante guapo.
Pero yo me he encaprichado con otra madre. Una con ojos grandes y sonrisa cálida.
—Me prometiste que podría elegir…
—Sí, cariño. Pero buscamos un padre. Mamá ya tienes…
—¿No se puede tener dos mamás?
Mi madre, la primera, la que cuando papá nos abandonó me ha prometido comprarme uno nuevo, dulce y atento, que juegue conmigo y la enamore para siempre, duda.
La otra, la que será pronto mi segunda madre, le sonríe a través del cristal. Mi primera madre se sonroja. Se mira la punta de los zapatos, como hace siempre que la pillo haciendo algo inadecuado, me aprieta la mano y entramos a la tienda.
Se supone que lo completo y perfecto ha de ser de una determinada manera, pero el camino hacia algo semejante a la plenitud puede ser muy distinto a lo imaginado o establecido. Los niños carecen de estigmas y prejuicios con los que los mayores cargan.
Un abrazo y suerte, Patricia
Pues al final parece que va a ser una buena elección, para la madre y para el hijo.
Espero que sean felices y no los abandone, como su predecesor.
Un abrazo y suerte.
Has conducido el relato con maestría. A través de los deseos de la niña y los comentarios de la madre Hadas conseguido relatar la situación de esta familia cercenada que busca desesperadamente cariño y amor.
¡Cuánto mejor dos madres que mitad y mitad!
Original historia narrada con la maestría habitual de nuestra Catedrática de cabecera.
Directa al libro.
Besos.
¡Qué giro final más chulo! Me gusta, muy adecuado el título y muy tierna la historia que empieza al acabar el cuento.
Esa sonrisa a través del cristal promete ser el inicio de algo bonito y tierno (y solo serán inadecuados ciertos actos en presencia del menor 😉
¿Cómo será el padre o madre perfecto? – creo que cada uno crearía su lista de cualidades.
Divertido relato, Patricia.
Un abrazo,
Carme.