18. La figura de porcelana
Tenía que decir la verdad. Que había sido yo quien había roto aquella pequeña estatuilla tan hortera que mi madre custodiaba celosamente como recuerdo de mi abuela. Había sido sin querer. Dejé el bolso justo al lado y cuando fui a cogerlo la figura de porcelana se estrelló contra el suelo. Recogí los trozos, los coloqué como pude para disimular y me marché sin decir palabra.
Seguro que mi madre ya se ha dado cuenta. Seguro que sabe que he sido yo pero está esperando mi confesión o al menos eso hacía cuando era pequeña para «darme la oportunidad de decir la verdad» añadía siempre.
Cuando estaba doblando la esquina, justo antes de llegar a su casa, sonó el móvil: era ella.
−Dime mamá –contesté algo temblorosa y avergonzada.
−Hola hija. ¿Te importaría comprar pegamento especial para porcelana? Rompí sin querer la figurita de la abuela y pegué los trozos pero luego cuando la volviste a tirar tú se despegaron…
Nada más colgar me embargó una gran sensación de alivio, y animada por la doble revelación de mi madre, subí las escaleras contenta, tarareando una canción.
Es que las figuritas de porcelana fueron inventadas para romper y pegar, seguro.
La prota primero se agobia sin necesidad; después se alegra sin motivo: que su madre la hubiera roto antes no la libra a ella de no haber confesado antes de ser descubierta. Ya solo le falta decirle a su madre que no le dijo nada para no disgustarla. Ja ja ja
Qué duda cabe que cuando nos exoneran de responsabilidad sentimos gran alivio. Es una sensación placentera, aunque, para existir, requiere de un sufrimiento previo.
Un abrazo y suerte, M. Paz.
Aparte del alivio evidente de tu porta, tu micro me hace pensar en cómo nos van inculcando la culpa desde la infancia, y cómo la tenemos interiorizada en la adultez. Es un lastre que hay que soltar: somos responsables de nuestros actos intencionados, pero no tenemos la culpa de los accidentes que causamos sin querer.
Un abrazo y suerte.
Ese malestar de la conciencia que todos hemos sufrido alguna vez, mezcla de miedo al castigo y pena por hacer sufrir a la madre. Muy bien contado, y con final feliz. Saludos y suerte.
Antonio, estoy de acuerdo contigo, a todos nos ha pasado y es una sensación horrible. Las relaciones entre padres e hijos unidas a este tema son ya una bomba. Por eso cuando alguien pregunta en la casa: ¿quién ha hecho esto?, inmediatamente se dispersan con negativas forzadas, como las hormigas cuando se las molesta. Y al final te quedas sola con el desaguisado y sin saber quien lo hizo.
Tan real como la vida misma.
Gracioso por el desenlace, en esta caso da un giro interesante.