19 RAZÓN DE CONVIVENCIA (Juan Manuel Pérez Torres)
Hace días que lo observo. Parece que su comportamiento, tan parecido al mío, habitualmente calmado y melancólico, tiene momentos más animados. Es curioso porque esos, digamos, brotes joviales que le vienen, al principio me daba la impresión de que se producían aleatoriamente, pero ahora estoy seguro de que obedecen a una razón.
Desde mi posición, un piso más alto en el edificio de enfrente, solo, en mi silla de ruedas, junto a mi ventana, lo veo todo. Sucede los lunes, miércoles y viernes, cuando su ama se ausenta. Su extraordinario olfato lo pone en alerta y, aún echado en su cojín, levanta la cabeza y, al momento (se nota en el giro de sus orejas) ya sabe que se acerca y corre hacia el balcón moviendo la cola. Medio minuto después aparece por la esquina de la calle un hombre, siempre el mismo, que lo llama, y el caniche corresponde ladrando al silbido del saludo. Hoy me he enterado que se trata del ex de la dueña del perro.
Pipo, que ignora esos temas de custodias compartidas, se alegra, porque siente que algo bueno está por suceder.
Los perros son muy inteligentes y sentidos. Este caniche no solo reconoce a quien le quiere, al margen de circunstancias, sino que también sabe de sobra que lo que venga a continuación, probablemente una temporada con él, va a beneficiarle, va a tratarlo bien.
El narrador recuerda el gran personaje que interpreta James Stewart en «La ventana indiscreta», observador y detallista, empático también con el animal, con quien de alguna forma se identifica.
Original propuesta, Juan Manuel.
Un abrazo y suerte
Gracias, Ángel. Me gusta esa ligera comparación con tan buena película, aunque estoy seguro de que mi modesto relato no llegará a tantos ojos, ojalá!!!
La inteligencia de los perros nos es aún bastante desconocida, pero no así el cómo expresan sus alegrías, sus emociones y sus afectos. Y es que, además, con esa típica anticipación que los caracteriza, hacen más evidentes sus momentos de felicidad. En muchos aspectos, creo que nosotros les vamos a la zaga.
Un abrazo también para tí.
Una historia perruna que olfatea los lugares comunes de quienes alguna vez hemos tenido canes y crea vínculos con el voyeur que llevamos dentro. ¡Enhorabuena!
Gracias Susana. Y es que la felicidad es digna de admiración, venga de donde venga. Con el cariño de los perros nuestras vidas son menos tediosas. Y ellos son tan agradecidos…!!!
Un abrazo.
Muy bien descritos los sentimientos, sensaciones o, tal vez, emociones de un personaje perruno y otro que se podría decir que tiene una vida perra, aunque suavizada por la compañía visual de su vecino perro.
Gracias Edita por comentar. Los cariños tienen muchas facetas y los perros, tan expresivos y tan efusivos, se muestran tan sinceros en ese sentido, que son dignos de admirar, aunque sea a través de una ventana.
Abrazo.
Juan Manuel, me encanta ese perrete, con más inteligencia emocional que muchos seres humanos. Y, como a Ángel, también me ha recordado a la película de Hitchcock.
Un abrazo y suerte.
Gracias, Risalía.
Es verdad lo que dices: algunos animales son más «humanos» expresando sus emociones que nosotros mismos. Es curioso que, etimológicamente, la palabra animal viene de -ánima (alma) y sin embargo humano parece venir de -humus (tierra). ¿Seremos nosotros más terrenales que ellos? Nada que decir al respecto, pero mucho en lo que pensar.
Un fuerte abrazo.
Muy interesante este «remake» de La ventana indiscreta con perro :-). Me parece muy original y muy sutilmente contado. Un abrazo y suerte.
Muchas gracias, Antonio por detenerte unos momentos en mi relato y por comentar.
Otro abrazo para tí.
Un relato sensible e inteligente, como lo son nuestros amigos los perros. Un saludo y suerte.
Gracias Eduardo. La sinceridad también es cualidad en los perros, que nunca engañan. Un abrazo.
Si es que en las separaciones siempre hay daños colaterales. Lástima que el pobre pero no pueda decidir con quien quiere estar. Si pudieran hablar…pasaríamos un poco de vergüenza casi seguro.
Si lo veo original y muy bien conducido.
Cierto es, Rosa, que los perros no nos pueden hablar. Los hijos sí lo hacen y, a veces, pasamos esa verguenza de la que hablas. Gracias por tus comentarios. Abrazo.