20. La maleta
Encontró la maleta junto al contenedor. Era grande, de las que te obligan a facturar. Tenía varias abolladuras, había perdido una rueda y la cremallera estaba atascada. Tiró del asa y la arrastró hasta el lugar en el que vivía, que era cualquier cosa menos un hogar. Los días siguientes la fue llenando, poco a poco, de ropa abandonada por otros cuerpos, de medicinas caducadas, de productos de higiene exprimidos, de unos prismáticos a los que les faltaba una lente, de una guía de viaje con algunas páginas arrancadas. Se imaginaba contemplando las abrumadoras cortinas de espuma de Iguazú, asomado al abismo del Gran Cañón. A medida que pasaban las semanas, sus ganas de seguir completando la maleta se desbordaron. Estaba convencido de que un día su suerte cambiaría y, con ella, también su destino. Hasta que una noche llegó al lugar en el que vivía, que era cualquier cosa menos un hogar, y su maleta ya no estaba.
Sencillez y profundidad. Escalofriante.
Gracias, Edita, por tus breves pero también profundas palabras.
Ilusiones, imaginación y expectativas a medias contenidas en una vieja maleta, objetos materiales que despiertan sueños, hasta que la realidad pone todo en su sitio.
Un relato descriptivo y una montaña rusa que se desmorona ante el peso de la realidad.
Un saludo y suerte, Adrián
Pues sí, Ángel, una maleta puede contener todo un mundo, ese en el que nos gustaría vivir o al que nos gustaría visitar al menos una vez en la vida. Gracias por pasarte por aquí. Un abrazo.
La realidad es tozuda y se empeña en demostrárselo a tu protagonista. Duro pero muy real.
Un abrazo y suerte.
Gracias, Rosalía. Nadie está exento de las bondades pero también la dureza del mundo en el que vivimos, aunque a veces pueda parecerlo. Otro abrazo para ti.
Un gozo que acaba cayendo en el pozo. Impactante historia que te hace imaginar al personaje y su entorno con las palabras medidas. Saludos y suerte.
Tantas veces nuestros gozos acaban cayendo en saco roto… pero no queda otra que seguir mirando al futuro, aunque las aguas oscuras del pozo nos den un poquito de miedo. Gracias, Antonio, por tus palabras 😉
Adrián, me ha gustado mucho! Es directo e incisivo, pero hay un bello contraste con la ternura de los sueños y la ilusión del protagonista, me parece que está muy equilibrado. Muchas felicidades y un abrazo!!!
¡Muchas gracias por tus amables palabras, Sara! Me alegra verte por aquí. Un abrazo de vuelta 🙂
Una idea magnífica que es sostenida con esmero en su arquitectura y con elegancia en su estilo. Enhorabuena.
Gracias por tus generosas palabras, Eduardo. Son todo un chute de energía. Un abrazo.
Habría que ver cómo vivía el que se la robó, después de describir el contenido de objetos defectuosos y envejecidos. Me recuerda a una fábula antigua en la que un pobre tiraba los restos de una fruta y al suelo cuando se dio cuenta de que otros más pobres que él iban recogiendo los restos que dejaba.
Es triste y cruel, conmueven las ilusiones vanas del personaje.
Es verdad, Rosa. Es interesante ese detalle que comentas. Da para otra historia, seguro, porque, como dices, siempre puede haber alguien que esté peor que nosotros. Gracias por tu comentario 😉