55. Fallo jurídico
Los números validaban de manera irrefutable la coartada de mi defendido. Según mis cálculos, resultaba imposible haber cometido el crimen y hallarse veinte minutos después donde varios testigos lo situaban. Entregué mi informe al magistrado sin reprimir un hondo suspiro de satisfacción y, aprovechando que este hacía las verificaciones oportunas, paseé ufano la mirada por la sala. Se podía leer la aprobación en el rostro de los miembros del jurado, la contrariedad en el de la acusación, la curiosidad expectante en el de los demás asistentes. El dibujante de tribunales se afanaba en plasmar el momento decisivo de un caso destinado a ocupar portada en los principales diarios del país. Le ofrecí mi mejor perfil, al tiempo que enviaba a mi cliente un guiño cómplice que, para mi extrañeza, era correspondido con un desenfrenado tic de ojos. Junto a mí, el juez detenía su grueso y concienzudo índice debajo de una multiplicación y, meneando la cabeza, procedía a practicarle la prueba del nueve.
Le acabo de aplicar la prueba del nueve al relato y da un resultado perfecto, título incluido.
Muchas gracias, Edita. Ojalá fuera aplicable esa prueba también a los relatos. Precisamente acabo de retocar un poco una frase que no acababa de convencerme (nada que altere su significado). Me alegra mucho tu comentario.
Un abrazo.
Muy ufano estaba este abogado, seguro de sus cálculos, dando por hecho que no se había equivocado, que las matemáticas estaban de su parte. Sin embargo, esa dicotomía entre ciencias y letras parece haberle jugado una mala pasada. Siguiendo el refrán de «zapatero a tus zapatos», su fuerte no son los números, sino las leyes y su interpretación. Se ha dejado llevar por el entusiasmo de un triunfo que daba por hecho. El tic de ojos del cliente y el movimiento de cabeza del juez parecen avanzar, con elegancia, que todo su castillo de naipes se desmoronará cuando se demuestre lo erróneo de su argumento.
Original historia, como no podía ser de otra forma, muy bien narrada, con un título que juega bien con la palabra fallo en cuanto a resolución y a equivocación.
Un abrazo y suerte, Enrique
Muchas gracias, Ángel. Pues sí, el hombre se las prometía muy felices, pero su falta de rigor en las operaciones le acaba jugando una mala pasada. Me alegra tu opinión sobre el relato y también sobre el desarrollo de la narración, porque he dudado mucho en cuanto al orden y la cantidad de la información que debía avanzar. Te confieso que me ha costado mucho esta vez dar con una idea que encajara con el tema propuesto. Un abrazo.
Hola Enrique:
He de reconocer, antes de nada, que los relatos sobre juicios me chiflan .
Desde el título, consigues ir dejando pistas muy pequeñas, para que el final sea muy sorprendente, y sobre todo ese giro, en esa dicotomía entre cifras y letras, que le da un toque perfecto.
Enhorabuena
Muchas gracias por todo lo que dices, Alberto. A mí también me gustan las historias sobre juicios, aunque debo al cine casi todas las que conozco y, curiosamente, tampoco recuerdo haber escrito ningún otro relato sobre ello. Mientras escribía este me acordé de “Mi primo Vinny”, una película que sin duda conocerás y que me divirtió en su momento, aunque no sé cómo le habrá afectado el paso del tiempo. Un abrazo.
El micro está muy bien tramado, y ya el tic del defendido nos da la pista de que algo no marcha como debe. Si es que quienes somos de letras a veces los números nos bailan, ¡menos mal que existe el excel!
Un abrazo y suerte,
Muchas gracias, Rosalía. Es verdad que la tecnología nos puede ayudar a suplir algunas carencias. A este personaje le habría bastado con una calculadora básica. Un abrazo.
Vendió la piel del oso antes de cazarlo y se equivocó. El exceso de seguridad tiene eso. Menudo chasco, va a aprender más con este caso que en todos sus años de carrera.
El título muy acertado. El relato mantiene el interés hasta el final que explota en la cara del pardillo.
Muchas gracias, Rosa. Has hecho un perfecto y completo análisis del relato. Me alegra que haya provocado tu interés. Un abrazo.
Me puedo imaginar la cara del abogado cuando en ese cabeceo del juez intuye que, tal vez, se ha venido arriba demasiado pronto. Y me lo puedo imaginar gracias a la magnífica fotografía escrita que has logrado plasmar del momento que se vive en la sala.
Siempre he admirado tu talento para dar cuerpo a tus historias a partir de precisas pinceladas en los tramos finales. Y en este relato tenemos una muestra de ello.
Me ha encantado, compañero.
¡Ah! Y el título, perfecto.
Un fuerte abrazo
Muchas gracias, Antonio. Tus elogios me abruman. Con esa fotografía que dices he intentado recrear una escena simpática cuyo desenlace empiezo a desvelar antes de la frase final, aunque he preferido hacerlo así porque se trataba de eso, de buscar una sonrisa más que de sorprender.
A mí me ha encantado tu visita y también tu comentario.
Otro fuerte abrazo para ti.