03. DEDOGORDO
Aquí está la preciosa foto que me regaló enmarcada en acero mate donde se le ve abrazándome y besándome en la mejilla en la mágica cala de color azul turquesa.
Pesaba un quintal.
Cuánta felicidad.
A la semana siguiente descubrí que llevaba tiempo amando a mi mejor amiga.
Envié a los dos a los infiernos.
Absorta, golpeo sin querer la foto que cae desde la alta repisa aplastando y rompiendo el dedo gordo de mi pie. Cosas de la gravedad.
En este preciso momento soy consciente del dolor que producen los más maravillosos recuerdos.
Los recuerdos dulces, cuando se cambia de dirección, pueden ser lo más amargo que existe. Es una sensación que no solo abarca el ánimo, también puede terminar por afectar al organismos que nos sustenta, por eso dicen que todo acaba saliendo y se traduce en alguna consecuencia física. Tu protagonista hizo borrón y cuenta nueva con su pareja y su amiga, no así con el pesado marco, algo que, sin duda, tras el incidente-accidente, también hará. Será entonces cuando de verdad pase página. Los dedos se recomponen, el corazón también.
Un saludo y suerte, Pablo
Mejor hubiera sido que el pasado se quedara atrás, bien guardadito, en el fondo del armario. Ahora se acordará del “petardo” y de su “mejor amiga” durante mucho tiempo.
Divertido y la la vez doloroso.
Hola Pablo: me gusta ese paralelismo entre el dolor físico y el emocional.
Por suerte la memoria es selectiva, y tiende a quedarse con las mejores recuerdos.
Un abrazo y suerte.
Hola, Pablo. Un relato que juega con el dolor y el recuerdo, el amor y el humor. Muy bien llevado. Suerte. Un abrazo.