Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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54. PROMESAS, PROMESAS… (Ana María Abad)

Cada año, en nuestro aniversario, viene a visitarme. Y cada año me jura, con la mano en el corazón, que la próxima vez se quedará conmigo de manera permanente. “Pero todavía no puede ser”, me explica, “ahora hay nietos de por medio, los chicos aún me necesitan… el año que viene, seguro”. Su sonrisa es triste, de disculpa, y mientras la veo descender la colina de vuelta al pueblo, su paso se me antoja más vacilante, más fatigoso. Con un suspiro conmovido, me despido de ella agitando la mano, aunque sé que no se girará para mirarme, nunca lo hace.

De nuevo solo, me ocupo en esos pequeños menesteres que me mantienen entretenido: quitar las hojas secas que caen del viejo castaño, hacer ramilletes de margaritas silvestres para el jarrón que ella me regaló, sacar brillo a las letras doradas de mi nombre. Del bolsillo hecho jirones de mi chaqueta saco su fotografía, descolorida y ajada, como yo mismo, y se me vela la mirada ante su rostro, tan joven, tan sonriente.

Recojo la rosa blanca que, como siempre, ha dejado sobre la lápida, y me la pongo en el ojal, hasta el año que viene.

8 Responses

  1. Ángel Saiz Mora

    Ambos personajes se rigen por su propia lógica, tan respetable es una como la otra. A él le comprendemos, la soledad no deseada ha de ser un suplicio, más aún cuando se recuerdan tiempos mejores y compartidos. A ella también, todavía está en el mundo y, como buena madraza y abuela dispuesta que es, no ve el momento de retirarse de cuidar a hijos y nietos. Ambos saben que este juego o teatro particular de promesas huecas terminará más pronto que tarde, más que decisión de ellos (o más bien de ella) es cuestión de tiempo.
    Buen planteamiento y, como no puede ser de otra forma tratándose de ti, muy bien escrito.
    Un abrazo y suerte, Ana María

    1. Muchas gracias Ángel. Siempre tan atinado en tu análisis y tan encantador.
      En efecto, es cuestión de tiempo que se reunan, aunque al pobre hombre se le está haciendo más largo que a ella, que anda tan liada como lo suelen estar todas las abuelas.
      Abrazos de vuelta a montones.

  2. Rosalía Guerrero

    Ana, qué historia más bonita, tan visual y realista dentro de la fantasía. Me gusta mucho, hasta dan ganas de morirse y todo.
    Un abrazote, y no sé si desearte suerte, jajaja, ¡no te hace falta!

    1. ¡Anda, otra optimista! Jajaja. Tú desea, por si las moscas, que eso nunca viene mal.
      Me alegra mucho que te haya gustado la historia pero de ahí a querer morirse… tampoco hay que exagerar.
      Abrazos de vuelta, super-compi.

  3. Aurora Rapún

    Yo leía la historia pensando, ¿a dónde me quiere llevar esta mujer esta vez? Y zasca, a la tumba… Me ha gustado mucho la manera en que la historia te va llevando, suavemente, hasta ese final que golpea. Y, oye, un poco de paciencia, que la pobre mujer no tiene por qué morirse todavía. Que disfrute de lo que le queda en vida, que es mucho. Un abrazo, Ana María y mucha suerte.

  4. Jajaja! Intento ser variada y ya sabes que lo de la sorpresa final lo utilizo mucho, al final vais a terminar por acostumbraros y ya ni sorpresa ni ná.
    Y en cuanto a la paciencia, yo creo que el pobre hombre ya tiene asumido que el año que viene se quedará solo de nuevo con esa colección creciente de rosas blancas.
    Muchas gracias por tu comentario y abrazos de vuelta, Aurora.

  5. Hola Ana:
    Ay, las esperas, se hacen largas aunque se tenga todo el tiempo del mundo.
    Entrañable relato,marcando de forma armoniosa los intereses de ambos. Ella con sus responsabilidades y ataduras. Él, con sus quehaceres que alimentan su deseo de volver a abrazarla.
    Genial. Enhorabuena

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