68. El mensajero
La niña pasaba las horas sentada sobre la lápida aún caliente. Ya no tenía más lágrimas por derramar. Su única compañía eran las flores marchitas y yo, un pobre sepulturero que iba a verla después de acabar la faena. Un buen día, no pudo evitar darme un abrazo. Pala en mano, me quedé en silencio, petrificado. Al poco, recogía crisantemos frescos de otros funerales y se los llevaba a la chiquilla para que no se sintiera sola. Un día ella me susurró algo al oído. Accedí a su deseo y un colibrí revoloteó desde el interior de la tumba. No dejaba de perseguirla y yo trataba de espantarlo. El mismo pájaro acudía a diario en busca de la niña que pronto se acostumbró a su presencia. El ave seguía entrando y saliendo del sepulcro y se le acercaba como si quisiera hacerle cosquillas en las orejas para provocarle una sonrisa. Empezó a dejar de ir despeinada y, una tarde, se puso sus mejores galas, la misma en que tan sólo hallé el cuerpo sin vida del colibrí.
Hola Francisco Javier:
Un relato muy visual. Ese colibrí que nos lleva a pensar en la reencarnación, en el recuerdo del que a veces cuesta demasiado huir. Y ese protagonista que está siendo mero observador al principio, pero que después pasa a confidente.
Enhorabuena y suerte
Muchas gracias por tu comentario, Alberto.
Un fuerte abrazo
La etapa del duelo es tan dolorosa como necesaria. La vida sigue y nada es igual para el que continúa tras una pérdida, pero no queda otra que lamerse las heridas y seguir hacia delante, como esta niña, a la que una experi4ncia vital (y una muerte cercana lo es), le ha hecho alejarse de la niñez camino de la siguiente etapa, con un sepulturero como narrador en primera línea, y también actor de esta obra.
Un abrazo y suerte, Francisco Javier
Muchas gracias, Ángel por tus siempre acertados comentarios.
Un fuerte abrazo
Un colibrí, según algunas culturas, el mensajero de dioses y hombres, transportador de los deseos de las almas de los fallecidos y de los que los extrañan. «Pequeña» gran historia , Javier.
¡Abrazo!
Muchas gracias, Aurora, así es, un pequeño mensajero con mucho que decir.
Un fuerte abrazo.
Es muy poético y visual, y ese sepulturero narrador te atrapa desde la primera linea.
No sabía yo que los colibrís eran mensajeros, una cosa nueva aprendida.
Un abrazo y suerte.
Muchas gracias, Rosalía. Estaba contado en tercera persona, pero se me ocurrió darle voz al sepulturero y veo que ha ganado mucho.
Un fuerte abrazo.