70. Tiempo (Blanca Oteiza)
Se acercan las vacaciones y pronto llegarán los visitantes a llenar las calles de juego y tertulias. Mientras tanto aprovecho la rutina en la tranquilidad de mis quehaceres, paseos y charlas con los vecinos.
Entre la maleza aparecen los muros que aún quedan en pie de la vieja estación, en otra época repleta de bullicio. Aún recuerdo de niño acudir con mis padres al andén a recibir a familiares. Hoy ya no hay raíles por los que circulen los trenes que hace mucho dejaron de pasar, no hay prisas por llegar pronto, ni tampoco tarde. Sentado en un banco superviviente, revivo con añoranza aquellos años en los que el pueblo bullía, especialmente los días de feria, con el mercado de ganado, los puestos de rosquillas y los colores de las hortalizas y frutas de temporada. Como si la campana sonase anunciando la llegada del tren, escucho los truenos avisando de la tormenta. Acelero los pasos para refugiarme en casa, la misma que vio nacer a mis abuelos. Ahora, tan vacía como el vaso de un sediento, acogerá en unos días a quienes se fueron a buscar en la ciudad lo que en el campo no supieron encontrar.
Hola Blanca:
Un pueblo antes de que lleguen los turistas es algo muy entrañable y evocador. Una saudade de tiempos mejores, antes del éxodo rural.
Me han gustado las imágenes de la estación y ese vaso del sediento que es la casa vacía.
Enhorabuena y suerte
Muchas gracias Alberto,me alegro que te haya gustado mi relato. Hay tantas estaciones abandonadas por nuestra geografía que me ha resultado fácil revivir la imagen.
Un abrazo
Los pueblos que se despueblan han tenido una vida entrañavle, que ahora es otra y nuy distinta, marcada por el turismo de temporada. El contraste entre pasado y presente está muy bien marcado y puede sentirse cómo conviven en tu relato el cariño y el dolor por lo perdido.
Un abrqzo y suerte, Blanca
Muchas gracias Ángel por tus palabras.
Me alegro que haya sabido captar ese sentimiento entre el cariño y la pena por lo que fueron algunos pueblos y lo que son ahora.
Un abrazo
Blanca, qué bien has dibujado esa España vaciada antes de que se llene de veraneantes. Además, en tiempos de alta velocidad y vuelos constantes, las estaciones abandonadas tienen un plus de saudade. Resulta muy evocador.
Un abrazo y suerte.
Muchas gracias Rosalía por tus palabras.
Las estaciones abandonadas tienen ese saudade que comentas; a mí siempre me han dado pena.
Un abrazo