74. Ñito (Miguel Ángel Moreno)
“Para ser conductor de primera, acelera, acelera…”, cantábamos a coro a papá camino de la feria. Al volante, él nos observaba a cada poco por el retrovisor. Mamá, a su lado, volvía la cabeza sonriente. Mi hermana y yo, además del gusto por las canciones de viaje, compartíamos un amigo imaginario al que bautizamos como Ñito, es decir, menos que pequeñito. A Ñito le encantaba oírnos cantar. Con “Había una vez un barquito chiquitito…” no paraba de reírse. Más deprisa, más deprisa, nos instaba. “Un flecha en un campamento…” le alucinaba. Entre canciones, le empapamos de la feria. El bribón disfrutaba tanto como nosotros.
Ñito creció con el tiovivo, la noria, las voladoras y los coches de choque. Devoraba los algodones de azúcar y descubrió los bocadillos de gallinejas. Al cumplir yo los doce, nos adentramos juntos en la Casa del Terror. “No me ha dado miedo”, me confesó al oído. No le creí. Alucinaba con los fuegos artificiales y lloraba desconsolado en cada regreso. En su último viaje, papá se cogió un rebote al oír “Una vieja y un viejo van pa’ Albacete…” “Imaginaciones tuyas, papá”, le tranquilizamos mientras regañábamos a Ñito. Todos nos hacemos mayores.
Miguel Ángel, bonita historia. Entrañable, narrando una infancia que ya no volverá, pero que se recuerda con cariño.
Un abrazo y suerte.
Miguel Ángel, que buena estampa de nuestra infancia, con esas canciones y ese amigo imaginario compartido. Y sí, todos nos hacemos mayores…
Un abrazo y suerte.
Canciones infantiles y amigos imaginarios, qué buena combinación, con la que muchos que peinamos canas nos sentimos identificados. Alegres composiciones de otro tiempo, cada vez más lejano, algo de lo que nos cuesta ser conscientes, nos da miedo y tristeza. Las tonadas, como las personas, van evolucionando, los niños dejan de serlos, pierden su inocencia al igual que las letras musicales, para explorar nuevos caminos.
Un abrazo, suerte y felicidades por tu santo, 29 de septiembre.