76. Susto o muerte (fuera de concurso)
Las calabazas brillan todavía a pesar de la lluvia. Las ventanas golpean las paredes de la casa como alas de murciélago. Hay caramelos esparcidos por la tierra del jardín y bombones desvencijados que devoran las hormigas. Varias escobas vuelan desbocadas, chocan contra la fachada y arrancan las flores oxidadas que trepan por la encañizada del parterre. Babette se peina frente a un espejo que flota en el aire corrupto, pisa disfraces de esqueleto, colas de lagarto, ramas de mandrágora y el cadáver de un niño que acaba de nacer. Noviembre llega frío, como si fuera el inquilino perenne de un sarcófago. El aullido del lobo cabe en el puño de un hombre sin cabeza que medita frente a un tablero de ajedrez. La reina blanca huye sobre la grupa de un ciempiés verde y alado. Suenan las campanas en los oídos yermos de Babette, sus canas juguetean con el viento, escriben epitafios plateados en el lienzo oscuro de la noche de difuntos. Ni una sola lágrima vertida sobre la sombra de su madre. Suena el timbre, otra vez después de tantos años, y un grupo de mocosos se restriega los churretes de la cara al otro lado de la puerta.
Juancho, qué guapa esa ambientación de Halloween absolutamente terrorífica, con el contrapunto de los niños tocando al timbre.
Me gusta mucho, qué pena que esté fuera de concurso…
Un abrazo.
Muchas gracias, Rosalía, por leer y por el comentario. No quería escribir algo terrorífíco, pero vistos los comentarios, se ve que sí lo he hecho.
Un abrazo grande!!
El «truco o trato» llevado al extremo. Un personaje siniestro y sin escrúpulos, a quien ni su propia madre ni unos niños inocentes pueden conmover. Un ser destruido del no puede venir nada bueno. No se detiene ante nada ni nadie, quien se le acerque solo hallará desgracia, porque es lo único que activa a ese corazón inexistente, que solo añora esos momentos de destrucción que provoca.
Un relato sobrecogedor, Juancho.
Un abrazo
Muchas gracias, Ángel, por la generosidad que demuestras siempre al comentar los relatos de ENTC. La verdad es que creo haberme equivocado mucho, porque, como le dije a Rosalía, no era mi intención escribir algo terrorífico ni tampoco retratar a un personaje siniestro y sin escrúpulos. Mi intención era más reflejar la emoción que sentimos por lo que ya hemos vivido, lo bueno y lo malo, visto desde el prisma deformante de la edad, con la seguridad de que ya no va a volver.
Gracias de nuevo, Ángel, y un fuerte abrazo!!!