12. A CONTRACORRIENTE (A. BARCELÓ)
Avanzábamos a duras penas entre golpes y atropellos en la más absoluta oscuridad. Sin hacer caso a las advertencias que imponía la razón, todos nos sumíamos en la histeria colectiva y nos dejábamos arrastrar por la corriente salvaje que conducía al vacío o al improbable mar de la salvación. Yo sabía que mis probabilidades eran prácticamente nulas, no era tan fuerte como otros y mi voluntad empezaba a flaquear, aun así, seguí hacia adelante sin rendirme, el objetivo era literalmente vivir.
Los mecanismos del universo para hacer de lo imposible una realidad confabularon para que fuera yo, en contra de todo pronóstico, el único que consiguiera llegar hasta el final de aquel angosto túnel y atravesar el umbral de la vida.
Soy consciente de que no entraba en los planes de mis padres concebirme en aquel momento y que eso puso sus vidas patas arriba, pero a día de hoy todos celebramos que el destino aprovechase un simple descuido.
La carrera de los espermatozoides por llegar al óvulo es un ejemplo de caos inducido por la naturaleza que, siempre sabia, hace que el milagro de que solo uno pueda alcanzar la meta se produzca, más aún, que lo que parecía tarea imposible deje de serlo, con la enseñanza de que nada debe dejar de intentarse por complejo que parezca. Nosotros formamos parte de ese mismo mundo, con iguales reglas generales, por lo que esa máxima se nos puede (y debe) aplicar. Las dos últimas líneas dan cuenta de que la recompensa es proporcional al esfuerzo, enormes los dos, y si no se consigue, seguro que habrá merecido la pena intentarlo.
Un relato muy simpático, esperanzador y con la intriga de un desenlace bien oculto hasta el final.
Un abrazo grande, tocayo.
Suerte
Hola, Ángel.
Cómo es costumbre, tus palabras son el reflejo fiel de mi relato. La vida es caos desde que empieza hasta que termina, a nosotros y a nadie más corresponde poner orden en ese caos y encontrar su lado bueno. Sin duda una tarea difícil, pero con una recompensa a la altura.
Uno de esos lados bellos se puede encontrar en la amistad.
Un cálido saludo, amigo mío.
Ángel, has ejemplificado el Rame de manera fantástica. Confieso que lo vi venir desde el principio, eh, ha sido bastante gráfico. Me ha gustado mucho.
Un abrazo y suerte.
Hola, Rosalía.
La idea era escenificar una situación de emergencia vital, y vaya si lo era…
Gracias por trasladarme tus impresiones. Me encanta que me digas que te ha gustado, es lo mejor que nos pueden decir a los que escribimos.
Un cálido saludo.
La llegada de un bebé siempre pone tu vida patas arriba, sea buscado o no, pero me parece un final muy bonito que sea motivo de celebración.
Un abrazo y mucha suerte, Ángel.
el bichito confió en él y salió victorioso.
Siempre hay que intentarlo, el no ya lo tenemos.
Entretenido!
Hola, Ana María.
Coincido totalmente con tu apunte. La llegada de un hijo/a es una revolución que lo cambia todo, llegue en el momento que llegue.
Un cálido saludo
Hola, Rosa.
Por descontado, el porcentaje de éxito en todo, si lo pensamos bien, es el mismo que el de fracaso: 50/50. Por intentarlo que no quede.
Un cálido saludo.
A contracorriente muchas veces surgen las mejores cosas, por no decir las mejores personas, y al parecer, dado el final del micro, así ha sido el caso. Lo que más me gusta, querido Barceló, es cómo nos va llevando la voz narradora por todo su periplo; al principio sin saber adónde va ni quién es y al final, cayendo en la cuenta de que quien nos habla es ese espermatozoide que, contracorriente y contra todo pronóstico, entró en la matriz femenina.
Bravo por este micro «embarazoso», jaja
Cariños,
Mariángeles
Hola, Mariángeles.
Muchas gracias. Buen juego de palabras. Al final, el caos y la belleza son como el ying y el yang de la vida. ¿no crees?
Agradecido siempre de contar con tus comentarios y poder saludarte y mandarte un cálido abrazo, estimada amiga mía.
Muy bien hurdido ese intencionado “engaño” para hacernos creer hasta el final lo que no es. Aunque después, en la relectura, se ven las pistas que vas dejando (“el objetivo era literalmente vivir”) , no se descubre que el aparentemente débil personaje es una célula. Podría servir de ejemplo vital: no siempre gana el más fuerte. Menos mal. Y visto el resultado final, también se le podrría aplicar el refrán “No hay mal que por bien no venga”.
Suerte.