44. Pequeña criatura (Jesús Navarro Lahera)
Tras seis meses con ella en casa, y aunque presuponía que iba a suceder, todo es un completo desastre. Las sábanas, que me gustaba dejar estiradas, ahora acaban convertidas en un revoltijo. Además, en los suelos, donde antes no había ni una mota de polvo, me encuentro sus pelos, que forman bolas que parecen tener vida propia y ruedan a su aire por el pasillo. Y luego está mi ropa, que suelo llevar arrugada tanto porque ya no dispongo de todo el armario para mí, como porque a la mínima la tengo pegada a mis brazos. Y claro, no hablemos de la cocina, cuyas baldosas blancas lucían impecables, y desde que ella campa a su gusto por allí no hay más que manchas.
Eso sí, ahora mis noches han dejado de ser solitarias, y en la cama siempre tengo su cuerpo pegado al mío. Tampoco me importa recoger las cosas que va tirando por ahí, ni las suyas ni las mías, a las que también le encanta esconder para que después juegue con ella a encontrarlas. Y cómo vivir ya sin las muestras de cariño que me da tan pronto cruzo la puerta, y se abalanza sobre mí mientras ladra.