49. Unidos por la catástrofe (Alberto BF)
Desde que Vicente perdió a Amparo, su vida se había convertido en una triste combinación de nostalgia y horarios ordenados.
A su jornada de trabajo anodina en Paiporta le sucedía cada día indefectiblemente la comida a las tres en La Trillaora, su inexcusable misa de siete en San Jorge y una liviana y silenciosa cena en casa a las nueve en punto.
Pero una tenebrosa nube otoñal lo cambió todo. Nunca antes había visto llover así, ni escuchado unos truenos como aquellos. Mientras rezaba, asustado, pudo observar desde su ventana cómo riadas de coches flotaban calle abajo como lo hacían las hojas secas por el arroyo de su pueblo.
Comprendió que la virgen no iba a venir a achicar agua, y un impulso le llevó a abandonar sus oraciones y bajar a socorrer a sus vecinos.
Ese fue el momento en el que despertó de su letargo y constató una sorprendente realidad: a su alrededor había otras personas, lidiando como él con sus penas y fracasos, que luchaban por sobrevivir. Y solo la unión entre ellos podría salvarles de la hecatombe.
Rodeado de muerte, tragedia y consternación, a Vicente el caos le devolvió a la vida.
Alberto, qué oportuno tu relato en donde el protagonista es «el caos», real en este caso, tremendo y actual. Una llamada de atención que nos recuerda lo efímero de nuestra existencia.
Me ha gustado el final de esperanza. Ese despertar de Vicente. A veces tienen que ocurrir tragedias para unirnos y ¡despertar!
Un abrazo
Pues sí, Alberto, dentro de las tragedias surge lo mejor y lo peor del ser humano. Y a Vicente le ha sacado de su letargo.
Un abrazo y suerte.
A veces se dan esas paradojas: del caos surge el orden; del descontrol, el sentido de una vida; de lo peor, lo mejor de nosotros, que no es ajeno a la sincera y generosa colaboración con los semejantes.
Actual y bien contado, Alberto.
Un abrazo y suerte.