18. CIENTO CINCUENTA LEONES
Me disfracé con piel de cordero y rondé tu puerta. Anhelaba contemplarte, escuchar tu risa, sentir tu magia desplegada allá por donde tu silueta se deslizaba.
Pero no te diste cuenta.
Tú danzabas radiante, como la princesa del cuento. Ciento cincuenta leones, disfrazados de príncipe azul, te hacían la corte. Yo, con mi piel de cordero, me conformé con entrar a tu fiesta de máscaras. Compré la entrada vendiendo mi alma al mejor postor.
Pero no te diste cuenta.
Los leones corren peligro de extinción, tan solo ciento cincuenta disfrutan de libertad en la sabana africana. Preciosa libertad de amar y no ser amado, odioso cautiverio de amores pagados. ¿Qué prefiero, ser uno de los ciento cincuenta que viven en inestable libertad o uno de aquellos cuya tranquila vida discurre ante miles de personas que pagan por verlos? Me conformo con mirarte a lo lejos.
Pero no te diste cuenta.
Allí, con mi disfraz de cordero entre ciento cincuenta leones, me batiría en duelo para salvar tu honor de princesa prometida. Pero tú, infeliz, preferiste ser devorada.
No te diste cuenta.
Los leones no se han extinguido. Yo me quité la máscara.
Qué ambigüedad tan sutil hay en tu relato.
Un saludo
JM
Como en todo en la vida… ¿Blanco, negro? No, escala de grises. Gracias por comentar, JM. Un abrazo.
Excelente!!!
Prosa poética en estado puro. Preciosa historia de leones…
Un saludo
Muchísimas gracias, Blanca. Me emociona transmitir poesía, ya me considero algo inútil para ello. Millones de besos.
Yo sí me he dado cuenta de la cadencia poética de tu relato.
Un abrazo.
Maestro Jesús Alfonso, qué placer verte por mis lares. Una de las cosas que más me motivan en ENTC es esperar tu relato mensual, preñado (siempre) de nostalgia, buenas palabras, sabiduría y olores de antaño. Gracias, gracias.
Un precios ritmo poético que atrapa: «Pero no te diste cuenta».
Una reflexión sobre la libertad o el acomodo. Un final redondo.
Paloma, me encanta tus apreciaciones. Era exactamente eso lo que quería transmitir, casi en forma de canción, con un estribillo claro y fácil. Muchas gracias por comentar.
Es muy frustrante amar y no ser amado, preciosa historia de amor, amigo Fernando. Un abrazo, Sotirios.
Qué razón tienes, amigo Sotirios. Es siempre un placer verte por ENTC, gracias por pasar por aquí.
Las hay que no ven lo que hay de bueno a su alrededor.
Así que si es devorada, pues peor para ella.
Mejor quitarse la máscara que esperar las migajas que dejan los demás.
Buen relato. Suerte.
Un saludo.
Devórame otra vez,
Devórame otra vez
Castígame con tus deseos
Que mi amor lo guardé para ti…
Qué masoquistas somos los humanos, Virtudes. Ay, y cómo nos gusta…
Gracias por comentar.
Fernando, hermosa forma de relatar un amor no correspondido, aunque para ser amado tienes que ir sin disfraces, ya seas cordero, lobo o león. Abrazos y suerte.
Pues ya ves, Salvador, a mí me encantan los disfraces del alma. ¿Qué sería de la vida si no existiera la muerte, la fidelidad sin traiciones, el amor sin el dolor?
Nos gusta complicarnos la vida, a veces pienso que por eso vivimos. Gracias por comentar, un abrazo.
Y de regalo, un poema (que me encanta):
¡Cuánto rato te he mirado
Sin mirarte a ti, en la imagen
Exacta e inaccesible
Que te traiciona el espejo!
«Bésame», dices. Te beso,
Y mientras te beso pienso
En lo fríos que serán
Tus labios en el espejo.
«Toda el alma para ti»,
Murmuras, pero en el pecho
Siento un vacío que sólo
Me lo llenará ese alma
Que no me das.
El alma que se recata
Con disfraz de claridades
En tu forma del espejo.
(Pedro Salinas)
Lo tuyo sí que tiene mérito, yo solo he copiado al grandísimo Salinas…
Me ha gustado eso de los «bertsolaris». Lo he buscado en gúguel y en viquipedia, y veo que se parece a lo que por aquí llamamos «troveros» y el «arte de repentización». Es algo que yo admiro mucho, hay que ser un gran artista para poder improvisar con gracia.
Como la que tú tienes, Ana Urbiola.
Creo que todos tenemos un león escondido, solo falta que llegue el motivo que lo haga salir. Buen micro. Saludos
Cierto, David, aunque algunos no lo saquemos en toda la vida. Gracias por comentar, un abrazo.
El giro del final me hace pensar que al final fue el corderito el que la devoró. Bonita prosa poética.
Puede ser, puede ser… Muchas gracias por pasar por aquí, Lorenzo. Un abrazo.
Al leerlo he pensado en una canción con su estribillo y todo, sí que está narrado de forma muy poética. Si el protagonista se disfrazó con piel de cordero, igual era un lobo, ya qhabrá que pregustárselo a la chica
Me has leído el pensamiento, Ana. Como ya he comentado, este relato lo ideé casi como una canción, empezando por el estribillo.
La chica… dónde estará… Tal vez se la haya tragado una tormenta. Uy, no, que ese es el tema del mes que viene. Me he adelantado.
No había terminado de escribir el comentario, se ha enviado él solito y veo que la última frase está hecha un lío. Y no sé cómo editarlo, así que tal cual se queda.
Por cierto, yo tampoco había terminado la respuesta hacia tu comentario.
Había olvidado darte las gracias por pasar por aquí y comentar.
Amigo Juan, me encanta que me regalen palabras. ¡Y tú lo haces siempre! Me ha encantado eso de felibre. Un abrazo y gracias por pasarte por aquí.
Había dejado a esta manada de leones con un ¿lobo? disfrazado de cordero engarzados en este rítmico ¿relato, poema, canto? pendiente el otro día y se me habían escapado. Yo creo que tu aportación este mes puede ser un gran hit. Te contaré un secreto: no todas las mujeres nos dejamos deslumbrar por una melena, muchas vemos más allá de las pieles de cordero, aunque nos hagamos las suecas. Suerte, Fernando.
Muchas gracias Eva, eres original hasta para realizar comentarios. Ayyyy, lo que tienen que envidiarte las suecas, que no creo que ni todas las vikingas del mundo juntas tengan tu salero y tu gracia. Ea.
Interesante reflexión final. Ella sin darse cuenta era la ciega.
Qué razón tiene, Andrea.
«No hay mayor ciego que el que no quiere ver»
(Voltaire)
Poetico y Hermoso. Un maravilloso relato.Felicidades y mucha suerte.
Un beso.
Muchas gracias, Esther. Besos a mares.
Ese lobo con piel de cordero, valiente, sabe lo que quiere y al final se muestra tal como es. Un relato con muchos recursos y suculentas descripciones que dejan buen sabor. Puedo asegurarte que he conocido y hasta sufrido la realidad de alguna princesa prometida como la de tu relato, que prefiere ser devorada por una manada de leones y desprecia, de entrada, todo lo que puede ofrecerle el mejor de los corderos. Buena suerte y un saludo.
Ángel, creo que todos y todas nos hemos sentido alguna vez en la vida cordero, león y lobo, el problema es que «no nos damos cuenta» a tiempo.
Me río yo de los arrepentimientos de San Pedro, si yo te contara…
Muchas gracias por comentar. Ah, por cierto, si me dan a elegir, yo prefiero comer cordero, está buenísimo.
Poético, tierno y despiadado a un tiempo. Me ha gustado. Un saludo.
Muchas gracias, Concha. Saludos.
Muy hermoso Fernando. Ese reiterado no te diste cuenta me encanta. La princesa no se merecía un cordero tan fantástico Un abrazo
Muchas gracias, Jero, es un placer verte por aquí. No sé yo si el corderito era tan bueno, al final se quita la máscara y… Quién sabe.
Si es que cuando ellas no quieren darse cuenta, Fernando, da igual lo que te pongas. Una trama bien llevada, con sus tintes poéticos y título muy llamativo y original. Está bien que nos dejes con la duda de lo que va a hacer sin máscara.
Suerte y saludos.
Muchas gracias por tus comentarios, Rafa. Si yo te contara la de cosas que me he puesto… Sin resultados.
«Cuando la mona se viste de seda, mona se queda»
Un abrazo.
Estupendo tu relato, casi disfrazado de poema.
Me ha venido a la mente uno que leí en el instituto (poesía del Caribe creo que era el tema) pero no doy con él. Había cocos en vez de leones. O tal vez no se pareciera nada. Asociaciones de ideas que vienen y se van.
Pobre cordero, mucha competencia para conseguir la atención de esa princesa. O destacar y conseguir el ‘premio’ o quedarse en una esquinita admirando lo que se quiere. That’s the question…
Mucha suerte 🙂
Gracias, Esperanza, por tus comentarios. Al hablar de cocos, me he acordado de una poesía muy graciosa y sonora, que tiene estribillo y habla de cocos. El estribillo decía algo así:
«Tumba los cocos, negro; tumba los cocos.
Túmbalos, túmbalos, túmbalos, negro.»
¿Te referías a esta? A mí me gusta mucho, aunque no le encuentro ningún parecido con mi relato…
Prosa, poesía, relato que se lee con placer y sentimiento, triste a la vez. Fernando, un acierto.
Un abrazo
Muchas gracias, Epífisis. Es un honor que un maestro del microrrelato erótico alabe este ejercicio, de amores no correspondidos donde lo más parecido al erotismo sean las barbas del león.
Otro abrazo para ti, maestro.
Prosa poética que no llego a disfrutar pues hay más en la mente del narrador que no puedo captar. Me pasa con la poesía, que las metáforas son tan personales que no las comparto. En fin, algo de un tipo enamorado que no le hacen ni puñetero caso, así es la vida.
Javier, gracias por pasarte y comentar. De todo se aprende. Un abrazo.
Por más cadencia y amor puestos, la princesa nada, a lo suyo.
Abrazos.
Ay, pobre lobo con piel de cordero ¿verdad? O no… A veces, las princesas acaban siendo imputadas, aunque aparenten no darse cuenta de nada.
Gracias por pasarte y comentar, María. Siempre es un placer recibirte.