Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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56. Orgullo y pasión

Tras levantar la niebla matinal, se aprecia un hermoso valle tapizado en verde.

La luz cae sobre las dos laderas plagadas de hombres armados que no tardan en poner en marcha su miedo.

El choque es feroz y estruendoso. Chocan espadas, mazas o hachas contra armaduras y mallas. Crujen los huesos y hay gritos de agonía como plegarias rabiosas.

Se buscan rendijas en los cascos para alcanzar gaznates o globos oculares.

Las mazas revientan cráneos donde antes estaba un todo.

En los espacios cortos, las dagas escudriñan entre las costillas por parar un corazón.

Hachas desgarran músculos y huesos dejando miembros huérfanos por el terreno.

Ese soldado rodeado sabe lo que es el pánico extremo.

Algún malherido, por un compañero entre tal vorágine, es rematado por misericordia.

Un suelo resbaladizo de barro, fluidos y vísceras hará caer a más de uno que será pisoteado o presa fácil.

La sangre fluye, pero también salpica. Todo se va tiñendo a su mando.

Cuando desde la colina ya ve claro el resultado vencedor, decide retirarse a descansar. Su hijo le estira de la capa y le pide exultante quedarse un rato más.

El rey accede y sonríe hacia dentro como su condición exige.

 

4 Responses

  1. Rosalía Guerrero

    ¡Buaaa, vaya escena sanguinaria!¡Ni que fueras George RR Martin! No sabía por dónde ibas a salir, en qué momento podría ver la belleza dentro de ese caos una pacifista convencida como yo… Pues sí, al final estaba escondida en la mirada de un niño y de su padre, el vencedor. Da miedito, pero si, para ellos era bello ese campo de batalla ensangrentado.
    Un abrazo y suerte.

  2. Ángel Saiz Mora

    Recuerda un poco el ajedrez, fascinante y apasionante donde los haya, que crea partidas de gran belleza, duelos de pura estrategia basada en la guerra, con la diferencia es que uno es un juego y el otro es la más dura realidad, y que las personas no son piezas reemplazables o prescindibles para defender al rey, o para lo que sea.
    Un abrazo y suerte, Javier.

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