34. La cobardía y un destino
Tomé la decisión más difícil de mi vida, y mi vida era ya larga. Ayer cumplí ochenta años y al mes que viene hacíamos, este muermo y yo, cincuenta y siete de casados.
No era aburrido porque fuera viejo, siempre fue así, pero cuando le conocí tenía unos ojos muy bonitos y buen carácter. De mayor se volvió cascarrabias y el brillo de sus ojos se empañó por unas cataratas que nunca se quiso operar, porque además de cascarrabias era un cobarde. Aunque más cobarde soy yo, porque nunca me atreví a matarlo.
Ayer me despertaron sus ronquidos infames y, cuando mis piernas respondieron, me levanté, desayuné tranquila mirando el cuchillo con el que cortó anoche unas lonchas de jamón; como el médico le había dicho que no podía comer grasa, dejó allí los hilillos de tocino y ahora me tocaba a mí limpiar. Pero antes agarré el cuchillo y avancé despacio por el pasillo, el muy cerdo ya había dejado de roncar, justo después de fastidiarme a mí el sueño. Cuando me acerqué a la cama con el arma en alto, me di cuenta de que también había dejado de respirar.
¡Ahí va! ¡Menudo final! Cuando ya te esperas a la abuela asestando el fatídico golpe, la salva la campana por los pelos, ese destino que no ha querido que sea una asesina pero tampoco que tenga que seguir aguantando al «muermo». Esperar ha tenido, finalmente, su recompensa: tranquilidad de espíritu y acabar sus días en libertad (en sus dos vertientes).
Un abrazo, Almudena.
Macabro y con mucha gracia negra. Como a mí me gustan.
Ina situación buscada, deseada y, al fin decidida, pero imposible de repetir, como lo es lo que no llega a cumplirse, sunque también dicen que la intención, materializada o no, es lo que cuenta.
Un abrazo y suerte, Almudena, con este relato que podría haber sido truculento, aunque opta por el humor negro.
Resulta penoso llegar a los 80 sintiendo que odias a la persona que ha vivido contigo. Y no es ficción, aunque este relato lo sea. Si el saldo de la vida en pareja resulta negativo mal vamos. Cobardía, pereza, interés…, cualquier otra razón para seguir, “torturada” por lo que resta de vida.
Un relato duro aunque con apariencia de ligero por el final.
¡Brillantísimo!
Almudena, qué realista la descripción de los derroteros que ha tomado esa relación. Y qué buen final, lo mejor que le podía pasar a esa octogenaria, y también al muermo, así no le ha dolido ni ha llenado las sábanas de sangre.
Un abrazo y suerte.
Almudena lo has desarrollado tal cual debe de sentir una persona decidida a terminar con la vida de otro. Te has puesto en su lugar y eso es un gran mérito para un escritor. Realista a tope, macabro y con un final que incluso tiene gracia.
¡Genial!