66. Once metros
Mil quinientos millones de personas contemplaban la final de la Copa del Mundo de Fútbol por televisión, más de sesenta mil espectadores gritaban entusiastas. A Jonathan Cody le envolvió un silencio sobrecogedor. A falta de dos minutos para terminar el partido tomó el balón y lo colocó sobre el punto de penalti, toda su vida había soñado con un momento como el que estaba viviendo, los próximos segundos servirían para justificar su existencia. Enfrente de él, Ramón Arellano estaba situado en la portería. Tampoco escuchaba nada, miraba al público y solo veía una masa silente. Jamás pensó verse en la situación que estaba viviendo, le llegó por casualidad. Clavó la vista en el suelo y se agarró a una hebra de césped para mantenerse unido a la realidad.
Jonathan Cody llenó sus pulmones de aire y el estadio contuvo la respiración. Apartó la mirada del hombre que tenía frente a él y la clavó en el balón. Retrocedió unos pasos. El silbato del árbitro rasgó el aire. El penalti que se iba a lanzar en ese momento era el único que había existido en la historia. Cody comenzó a correr y Arellano sonrió y tensó sus músculos.
La cantidad de penaltis que se habrán lanzado a lo largo de la historia, pero cada uno es único para los dos protagonistas, tirador y portero. El único problema, y no es menor, es que solo puede vencer uno de ellos en este duelo, particular, a pesar de ser multitudinario y levantar pasiones. Lo que suceda no lo olvidarán nunca, como tampoco esos momentos previos que tan bien has sabido describir, con un final abierto en el que todo es posible.
Un abrazo, suerte y feliz año, Manuel
Ni entiendo de fútbol ni sé si esos jugadores son reales o ficticios. Pero los penaltis de desempate en las grandes finales siempre me atraen. Después de leer tu “historia apasionada de un penalti con suspense” creo que me fijaré más cuando vea un gol de esos. Y ademá ya sabré para siempre que se lanzan desde 11 metros.
Me encanta cómo lo narras, Manuel, has sabido captar muy bien las emociones de los dos protagonistas y del público que los contempla. Y maravilloso el final, que nos deja con la miel en los labios.
Un abrazo.
Un penalti es, en sí mismo, un microrrelato. Manuel, enhorabuena por esa atmósfera que has creado.
Un abrazo y mucha suerte