44. Un gran baile
23 horas. Acuden los invitados, personalidades engalanadas con sus mejores trajes y joyas. El aderezo perfecto para aquel ostentoso lugar, el Palacio de los Duques de Medinaflor. Comienza la fiesta de máscaras.
Su anfitrión, el Duque Don Jaime, exhibía vanidosamente su máscara de fulgentes diamantes y rubíes. Y aquel que osara adquirirla, asumiría deshacerse de una verdadera fortuna.
Don Jaime estaba inquieto, miraba una y otra vez aquel reloj victoriano que tic taqueaba solemne, como si cada sonido fuera la orden de un general a su ejército. El grandioso salón, la joya de Palacio, se impregnaba del júbilo que los invitados desprendían cómo nunca en aquella velada. Pero se sentía totalmente solo. Le falta algo, o quizá alguien. Sí, le faltaba ella. Pasado un buen rato, apareció. Se acercó a él. Éste le invitó a bailar. En el baile, la mirada de la dama enmascarada, penetraba más y más en los ojos de Don Jaime.
De repente, el Duque cayó al suelo. Todos los invitados se escandalizaron, algunos incluso llegaron a emitir gritos de horror. Don Jaime yacía tumbado, boca arriba. “¡No tiene ojos!”, repetían una y otra vez.
Lo consiguió, poseía aquella valiosa máscara. Ella reía a carcajadas. Lejos.
Vaya enigmática dama enmascarada con poderes más misteriosos aún. Y qué derroche de soberbia desprende el Duque Don Jaime. Buen relato, Juan José.
Muchas gracias Lorenzo!
Como si no fuese bastante con el sutil misterio de una máscara. me nuda tipa.
Un saludo
JM
Un saludo Juan M.
Juan José, una damisela con máscara que se alimenta de títulos nobiliarios, jajaja. Me ha gustado. Abrazos.
Gracias Salvador!
Muy original Juan José. Un saludo
Juan José, la próxima que ligue con una enmascarada tendré mucho cuidado no sea que tu protagonista esté suelta.
Un saludo
Un saludo Epifisis!