54. PARA TODA LA VIDA (Juan Manuel Pérez Torres)
El primer día de primavera tras el sepelio de su marido, una fina lluvia de añoranza pareció precipitarse en su memoria y, en la soledad de la tarde, buscó aquel cofre y encontró sus cartas.
No podía creer lo que leía. Había guardado aquellas cartas, más de treinta años, como un tesoro, como una prueba tangible del amor que sentía por ella. Ahora todo se desmoronaba, las palabras, tan dulces y apasionadas, ya no le parecían sinceras. El papel, amarillento por el tiempo, ahora parecía cursi, no decía lo que ella recordaba haber leído tanto tiempo atrás.
¡Cuántas veces le había hablado de cómo se sentía incompleto sin ella!
Había confiado en él, le había entregado su amor con la certeza de que era genuino…
Dejó caer las cartas sintiendo la verdad en el pecho. La mentira había sido tan elaborada que, para toda la vida, había logrado convencerla. Sin pensarlo, rasgó las cartas en pedazos y los dejó volar por el viento. El engaño ya no tenía poder sobre ella, al fin, se sintió libre. Porque… acaso… -pensó- lo falso no fue su amor… sino escribirlo.
Las palabras se las lleva el viento, como suele decirse y sabemos. Solo lo escrito permanece, lo que no quiere decir que las palabras, por el hecho de estar impresas, hayan de ser ciertas. En el caso de tu personaje, esos mensajes tan sentidos y elaborados puede que revelen una sensación inicial, que contrasta vivamente con el desamor posterior. Destruido ese último vínculo, tu protagonista es libre.
Un relato que muestra que las afirmaciones tajantes no pueden mantenerse mucho en el tiempo, dejar constancia de ellas no cambia la realidad.
Un abrazo y suerte, Juan Manuel
Juan Manuel, por algún motivo que se me escapa, este comentario «Anónimo» es de mi autoría.
Ahí va otro abrazo
Ciertamente, Ángel. El tiempo todo lo cambia, incluso la percepción de las cosas o el cómo uno entiende las cosas (en este caso unas lecturas), porque no es igual el amor de juventud que ese mismo amor treinta años después, aún siendo ambos verdaderos. En mi relato, la expresión «para toda la vida» (que aparece en el título y en el texto) hace referencia, cómo no, al amor. Pero también a lo perdurable de las palabras escritas. Sabemos cómo el amor madura y va cambiando, por eso no es posible contarlo ni describirlo para siempre. Esta afligida viuda, al leer y recordar el amor de entonces, no lo interpreta ni lo reconoce como el actual. Las cartas, guardadas tanto tiempo ya no le valen porque no la consuelan.
Gracias, Ángel, por tu lectura, por tus comentarios y, sobre todo, por los abrazos. Aquí delo otro para tí.
Esta pobre mujer se ha liberado de una mentira después de demasiado tiempo. Pensemos que nunca será tarde mientras haya vida.
La relación con su marido nos la imaginamos, el futuro, también. Yo quiero imaginármelo más dichoso.
Una gran elipsis de tradición a una joven ilusionada. Suerte que esto ocurría más en épocas pasadas.
Gracias, Rosa.
Aunque en tu comentario sale escrita la palabra tradición, entiendo que querías decir traición. Pues sí, en este caso es una traición «literatia-epistolar» debida, sobre todo, a la tiranía de las palabras escritas y a la volubilidad de sus interpretaciones. El amor siempre es amor, el lenguaje solo lo intenta.
Por lo que creo entender en el texto, nada es para toda la vida, ni la vida misma. Por mucha amor y buenas intenciones que haya, aunque se pongan en un documento escrito, todo es efímero y cambiante, pareciendo al final que hemos vivido un espejismo, una mentira, aunque esta no hubiera sido intencionada.
Gracias, Edita.
Por un lado, la imagen de las cartas (antes un tesoro de amor, ahora convertidas en un símbolo de engaño) señala el contraste entre el pasado y el presente. Y por otro lado, el tiempo ha cambiado la percepción de la protagonista, revelando una verdad dolorosa.
Pero el relato sugiere que el engaño no reside en la falta de amor, sino en la forma en que se expresó (invita a reflexionar sobre la naturaleza del amor y la comunicación).
El acto de rasgar las cartas y dejarlas volar con el viento es un acto catártico de la protagonista, que le permite liberarse del peso del engaño.
La duda final: «acaso… -pensó- lo falso no fue su amor… sino escribirlo», deja espacio para la interpretación (invita a reflexionar sobre la naturaleza del amor y la verdad). ¿Fue el amor genuino, pero mal expresado? ¿O fue todo una farsa?