45. Otros tiempos
Neptuno clavó con saña el tridente en el pecho de Cibeles. “Te lo merecías, hija de puta.” La diosa con cara de piedra escuchó a la muerte susurrarle al oído: “Lleva razón el chaval.”
El señor de los mares corrió Alcalá arriba para encontrarse con su fiel aliada. La encontró como siempre intentando alcanzar el madroño. Juntos se marcharon a la Plaza Mayor para ajustar cuentas a Felipe III. Al verlos, el monarca espoleó su caballo y huyo despavorido por la puerta de la calle de Botoneras. La pareja aprovechó la ocasión para reponer fuerzas con un bocadillo de calamares.
Al galope entró en la plaza el Quijote seguido de su criado gritando cual poseso.
-¡Mi señor, no os entrometáis en asuntos de reyes!
-Qué reyes ni que ocho cuartos. ¿De dónde es este haraposo rey?
-De los mares, mi señor, de los mares.
-¿De los mares? ¿Acaso hay mar en Madrid?
-Debe haberlo, mi señor. Tengo entendido que esta es una ciudad prodigiosa.
-Sea entonces, vayámonos por donde hemos venido.
Neptuno y la Osa terminaron su refrigerio y saliendo por la Puerta de Cuchilleros enfilaron la de Toledo, sabedores que muy cerca, al lado del rio, estaba su casa.
Eatatuas que cobran vida en un juego de tronos brutal, con alianzas complejas osa-dios. Sancho, sabio al fin, aconseja bien a su señor. Mejor no meterse en tales fregados, que se entiendan entre monarcas, poderosos todos, lo suyo son más los débiles.
Un relato original y dinámico, con homenaje a Madrid, bocata de calamares incluido.
Un abrazo y suerte, Emilio