35. Diario de un espermatozoide
El continuo vaivén aumentaba la agitación en ambos boxes. A pesar del creciente bamboleo, me esforzaba en anudar por pares las colas de todos los rivales que podía, o en indicar mal la salida a los demás aprovechando su confusión. Con un asombroso repertorio de artimañas conseguí, finalmente, abrirme paso hasta la primera línea. Se me daban muy bien, salían naturales. Cosas de la genética.
Y salimos todos propulsados. Muchos se estrellaron contra las paredes y la desorientación casi agotó al resto. Yo aún conservaba mis fuerzas cuando nos acercamos a la enorme esfera que nos aguardaba.
Me escapé del pelotón entre empujones y fui el primero en penetrarla. Era un lugar complejo, confortable, repleto de cosas flotando. Allí me sentía pequeño y con la ancestral necesidad de establecer un lazo helicoidal, surgida de vete tú a saber dónde. En medio de un abrumador puzle de códigos entrelazados, todo se empezó a recombinar. Comencé a sentir que mi esencia abandonaba todo vestigio de modestia y se preparaba para ocupar el centro de la creación.
Nuestro protagonista ya ha cumplido. Ahora tú, querido lector, tienes que adivinar qué perturbador animal surgirá de este desoxirribonucleico follón.
La selección natural se supone que hace que perduren los más aptos, también el azar puede influir, lo triste es que triunfen los que utilizan artimañas sin respeto, límite ni ética, haciendo bueno a Maquiavelo cuando dijo que «el fin justifica los medios». El animal que brotará de la unión de ese espermatozoide con un óvulo apunta claras maneras, está llamado a destacar por lo malo, a condicionar a otros muchos con su actuación, a arrasar con todo. No hace falta buscar mucho para encontrarse elementos así en todos los ámbitos. De todas formas, esperenos que la carga genética del óvulo contrarreste tanta carga negativa.
Siempre es un placer leerte, Antonio, por originalidad y buen contar.
Un abrazo y suerte
Solo un bicho de dos patas puede ser ese ser que ya apunta maneras desde renacuajo. Original.
Uy, yo apuesto por un futuro integrante de la clase política sin dudarlo.
Está genial cómo dibujas la personalidad de ese espermatozoide.
Un abrazo y suerte.