Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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65. Caza con reclamo

«Esto no vale nada si no disfrutas del pájaro», susurra el hombre al niño. «Ya irás aprendiendo lo que significa apeonar, titear, dar de pie o embolinarse, pero de momento céntrate en verlo moverse en su jaula y escucharlo cantar, en advertir cómo llama a sus congéneres». El niño asiente con labios apretados y respiración contenida, y obedece mirando desde el puesto las maniobras de la perdiz, camuflada con retama en el mampostero, aunque sin dejar de prestar atención a la escopeta que su padre sostiene en las manos.

La primera pieza abatida ha muerto en el acto. La segunda ha permanecido un rato meneando las patas bocarriba, como un pollito de cuerda sin suelo donde articular sus pasos, para acabar inmóvil también. La tercera ha estado aleteando en el suelo hasta que el hombre la ha rematado agarrándola cabeza abajo y asestándole un golpe seco en la nuca.

Cuando termina la jornada guardan en el zurrón los ejemplares cobrados. Al reclamo le ponen agua fresca y comida nueva y lo cubren con una funda para que descanse de vuelta a casa. Es un bello y noble animal que come confiado de sus manos, que se alboroza al verlos.

2 Responses

  1. Ángel Saiz Mora

    Toda una lección, con vocabulario incluido, sobre la caza cinegética de la perdiz. Aparte de ellos, y es lo que llama la atención, está la frialdad con las piezas cobradas, crueldad incluso, y el buen trato dispensado al reclamo, que no deja de ser un ejemplar de la misma especie, un contraste que evidencia muy bien cómo somos y de lo que somos capaces, que aunque suene a tópico, se identifica con lo mejor y con lo peor, podemos hacer una cosa y la opuesta con igual naturalidad.
    Un relato tan bien documentado como pensado y elaborado.
    Un abrazo y suerte, Enrique

    1. Enrique Mochón Romera

      Muchas gracias, Ángel.
      Sí que estamos llenos de contradicciones. Yo he vívido situaciones similares personalmente, de niño. Son, como bien sabemos, conductas heredadas por siglos, si no milenios. La gran diferencia está en cuando no es la necesidad sino el placer lo que nos mueve a ellas. Hay cazadores ecologistas, que de hecho contribuyen a la proliferación de ciertas especies en peligro de extinción, pero eso no justifica, al menos en mi opinión, que se goce haciendo tan terrible daño a seres inocentes. Es de todos modos un tema difícil que yo, para que cada uno saque sus conclusiones, me he limitado a mostrar tal como es, sin entrar a juzgar nada. Un abrazo, amigo.

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