66. Taxonomía
Aquellas vacaciones las pasaron enteras en el pueblo. Su padre, un hombre fortachón de enormes manos, se paseaba con el torso desnudo lleno de vello corporal mientras hacía diversos trabajos en la finca.
Su madre, menuda de tamaño y trabajadora incansable, organizaba todo con disciplina estoica. Nunca faltaba de nada.
Le llamaron unos vecinos para que viera la camada de perros recién nacidos. —Son un cruce —le dijeron—, y él asintió.
Ese mismo verano, en una granja cercana, aprendió que la mula era el cruce de una yegua y un burro.
Frunció el ceño cuando unos niños le hablaron del oso hormiguero.
Iba a preguntar, pero se acordó de sus padres.
Alguien debería aclarar a este hombre que no debe por hecho que un nombre compuesto en un animal ya presupone un cruce entre especies. Según esa lógica, cómo imaginará la concepción de un águila culebrera, o la de un mosquito tigre. A saber también qué se le pasó por la cabeza a tu protagonista al acordarse de sus padres en ese sentido. Qué mala es la ignorancia, aunque, en este caso, ha generado una historia con un toque cómico y un final que hace pensar.
Un abrazo y suerte, Sergio
Muchas gracias Ángel por tus siempre bien ponderadas palabras.
Abrazo
¡Jajaja! ¡Menuda ocurrencia, la del chaval! Necesita un poco más de vacaciones rurales, seguro que le ponen al día en un pispás. Yo añoro mis veranos infantiles en el pueblo, la verdad.
Un abrazo, Sergio.
Muchas gracias Ana. A mi lo de las vacaciones en el pueblo me han tocado ya de adulto pero…¡hay que reconocer que son otro nivel!