67. Matar el gusanillo
Regreso al ataúd deslizando mi cuerpo menudo y alargado por una de las fisuras de la madera. Mamá me regaña si salgo antes de cenar, pero ya es la segunda vez que me escapo para calmar el hambre en el nicho de los vecinos: la anciana de cabellos canos y piel rugosa es un manjar, su sabor dulce y textura mantequillosa me encantan. No sé cómo decirle que aborrezco el olor a caucho y la piel de plástico de la chica que duerme en nuestra fosa. Se me hace bola.
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Iris, me ha encantado tu micro. Los gusanillos, vivan donde vivan, también tienen sus preferencias culinarias. En este caso, el tuyo es de paladar fino. Y tú lo narras muy bien, hasta con cierta ternura, a pesar de lo macabro del tema.
Saludos
Todo un alegato a los antiguos estilos de vida. ¿A qué vamos a saber ahora, si el plástico ha inundado nuestras vidas? Voluntaria o involuntariamente. Ya no nos quieren no los gusanos, ! Vaya futuro!
Siempre hay un individuo en cada especie que se aventura a ir más allá, porque les puede la curiosidad y el mundo que conocen se les queda pequeño. Tu protagonista ha descubierto que su intuición no estaba equivocada; también, que la degradación del entorno del ser humano tiene consecuencias.
Un saludo y suerte, Iris
Gracias por vuestros comentarios 🙂 ¡Desde luego! Ni los gusanillos entienden este legado de plásticos y falsa belleza que dejamos.
¡Un abrazo y suerte a todos!
Iris, está genial. Yo veía ratas hasta que me he reencontrado con el juego de palabras del título. Me encanta, igual que el humor negro y esa descripción de sabores.
Un abrazo y suerte.
Como se suele decir ‘el césped es más verde en el jardín del vecino’. Y a los jovenzuelos le encanta explorar tras las vallas.
Me has sacado una carcajada, así que no se me ha hecho bola 🙂
¡Mucha suerte! ♣
Ya lo dice Pilar en su comentario: tierno y macabro, eso no es nada fácil y menos con tan pocas palabras. ¡Me ha encantado!