15. VERDE PROFUNDO
Ama el mar… desde lejos. El recuerdo del sonido de las olas, el olor a salitre, el viento y el sol en su piel la serenan.
Pero jamás se acerca al agua.
No desde aquel verano en que, siendo niña, algo viscoso se le enredó entre las piernas mientras nadaba con sus primas. Chilló, tragó agua, pataleó, y cuando llegó a la orilla, entre toses y llantos, vio que llevaba pegada una maraña verduzca que no se le soltaba del cuerpo. Su madre la abrazó en su toalla mientras sus primas reían en el agua. Para tranquilizarla le dijo que solo eran ‘ramitas del mar’.
Ese desasosiego la ha acompañado siempre. Aunque se esconde en alguna esquina ignota de su cerebro y puede vivir tranquila.
Hasta que llega un nuevo verano y el fatídico día del reencuentro familiar en la casa de la playa. Con divisar un revoltijo de color indefinido desde el paseo marítimo se le pone el estómago del revés.
Y su angustia infantil regresa al presente. Y siente cómo un monstruo enmarañado de manos largas la arrastra, como un eco remoto, a lo más profundo del océano.
Los traumas infantiles, como bien dice tu protagonista, quedan latentes en algún rincón del cerebro. En este caso, es un miedo cimentado en un episodio real, pero que el cerebro ha engrandecido hasta convertir unas «ramitas» en el abrazo de un monstruo.
Un relato en el que se siente la angustia incrustada de tu personaje, ante la incomprensión, e incluso las burlas del resto.
Un abrazo y suerte, Esperanza
Hay ‘monstruos’ que se nos quedan grabados en la mente para siempre. Y quizá seamos nosotros mismos quienes los alimentamos de más.
Muchas gracias Ángel ♣
Las malas experiencias son una de las causas de las fobias. La del agua, yo la tengo. Es una sensación de que algo te puede coger desde abajo y arrastrarte. Entiendo a esta mujer.
Muy bien descrito!
Al mar hay que tenerle cierto respeto, haya o no algas. Que en mi caso siempre me han dado bastante repelús, como a mi prota :).
Muchas Gracias Rosa.
El título le va como anillo al dedo: el verde de las algas y la profundidad del mar y del cerebro.
¡Mil gracias Edita!
Siempre me resulta complicado buscar títulos.
Muy bien descrito ese miedo infantil que permanece y sigue atormentando a tu protagonista. Los miedos infantiles a veces quedan anclados y nos acompañan cuando ya somos adultos.,
Un saludo
Esos miedos que se enquistan son los peores. Son los que después nos acaban llevando a tumbarnos a un diván, como en las pelis.
Gracias Gema.
Un saludo
Esa “maraña verdusca” por Cantabria la llamamos caloca y entiendo , por propia experiencia, esa desagradable sensación que produce su roce. Es difícil quitarle el miedo. Y más si Se conserva desde la infancia . Mucha suerte con esta propuesta, Esperanza. Un abrazo🤗
De pequeña recuerdo el ocle, que era entre granate y marrón y olía a mar. Se dejaba en la orilla y siempre lo saltaba al entrar al agua. Luego, una vez dentro, ya te encontrabas alguna ‘sorpresa’ que no había salido a la superficie.
Muchas Gracias María José.
Un abrazo y Suerte
Empatizo con tu prota totalmente, qué repelús con solo pensar en la viscosidad que sintió pegada a su piel. Está fenomenal, Esperanza, cercano y real, el título muy acertado, ese miedo que se queda estancado y profundo en el cerebro para, de nuevo, aflorar convertido en fobia. Genial.
¡Abrazo!
Hay miedos, que aunque a otros les parezcan tontos, se nos quedan pegados a la piel y al cerebro. Y de ahí dentro es complicado sacarlos.
Gracias Aurora
Qué pena que no pueda disfrutar de un buen baño de mar, con el gustazo que da. Pero coincido en que dan asco las algas pegadas y más a una niña, que todo le parece enorme. Ese verde todavía está profundo… Mucha suerte, Esperanza, y un fuerte abrazo.
Es cierto, de niños todo nos parece demasiado grande. Hasta una simple alga verde y pegajosa.
Gracias Aurora.
Y suerte para tí
Comprendo a la niña porque yo pasé por lo mismo y desde entonces no voy ni a la playa ni a un japones. Bueno y angustioso el relato. Un abrazo y mucha suerte Esperanza
Lo de ir a un japonés no lo he experimentado de momento (nunca digas nunca). Me ‘alegra’ saber que no soy la única a la que las playas le ‘gustan’ de lejos.
Gracias Antonio ♣