27. Aparcado
Entro en el parking del centro comercial. Me detengo enfrente del control de accesos para coger el ticket, bajo la ventanilla y saco el brazo izquierdo. Hasta el codo. No llego. Lo estiro. Nada. Lo alargo más. Tampoco. Asomo la cabeza. La pierna derecha me tiembla. Pongo el freno de mano. Medio torso fuera del vehículo. Imposible. Las manos me sudan. Respiro hondo.
Bajo del coche y cojo el ticket.
Miro por si alguien estaba esperando. O, peor, por si alguien me ha visto.
Vuelvo a montarme e intento aparcar cerca de alguna entrada. Tras varias maniobras, con el coche enderezado, observo una puerta de almacén justo al lado.
—Mal sitio —pienso—. Aquí me lo rayan.
Me cambio de plaza.
Ya estacionado, veo que estoy ocupando la parcela contigua. Tengo palpitaciones. Apago la radio. Enciendo el aire acondicionado. Así, recorro el garaje hasta encontrar una plaza grande, junto a una columna. Suspiro.
Tiro marcha atrás muy despacio y raspo todo el lateral con la columna que me servía de referencia.
El coche era de mi padre. Reprimo el llanto. De nuevo, siento opresión en el pecho. Inspiro. Exhalo.
Y, por primera vez, lloro desconsoladamente su ausencia mientras salgo del parking.
No somos perfectos y aunque seamos cuidadosos las cosas suceden. Bajo el miedo a dañar el coche latía el dolor profundo por una pérdida, algo que el propio vehículo, con el incidente, ha logrado comenzar a aliviar, con esas lágrimas por primera vez.
Un abrazo y suerte con esta sensible historia, Aurora
Muchas gracias por tu comentario, Ángel. Coincido contigo, no somos perfectos.
¡Abrazo!
A quien no le ha pasado lo de aparcar más apartado y no poder coger el ticket . Un relato que nos hace sonreír al principio con esa situación casi paródica da un giro y nos hace comprender de repente ese miedo a rallar el coche . Y ese final nos hace cómplices de ese dolor.
Un saludo
Mil gracias por comentar, Gema, sí, a veces un miedo se esconde detrás de otro miedo mayor.
¡Abrazo!
Aurora, me ha encantado, porque tengo una amiga a la que cuesta horrores aparcar, por indecisa, y me la has recordado. Pero el giro final que da sentido a todo el micro es brutal y nos borra la sonrisa.
Un abrazo y suerte.
Agradezco tu comentario, Rosalía. Me sucede como a tu amiga, ya somos dos (aparcofobia, no sé si la RAE recoge el término, esa extraña fobia a aparcar). El giro que comentas… Tal cual, la vida misma…
¡Abrazo!
Tiene miedo a rayar el coche, también a hacer el ridículo, pero sobre todo a que esos miedos despierten al que lleva tiempo mascando en silencio, el de su ausencia. Un giro muy bueno en el que algo cotidiano nos muestra el drama que vive esa persona.
Muchas suerte y un abrazo grande
Mil gracias por tu comentario, Javier. En la diana, mejor no lo podría haber explicado.
¡Abrazo!
En ocasiones las lágrimas son un elixir curativo. Un bloqueo emocional roto por una experiencia cotidiana. La protagonista no aparca bien, ni los coches, ni los sentimientos… Un relato encantador y tremendamente realista.
Muchas gracias por tu comentario, Mª Victoria. Ay, qué difícil aparcar los sentimientos, cuánta razón tienes
Abrazo
Me ha gustado mucho. De una situación casi cómica como la distancia del coche para coger el ticket y aparcar en una plaza que consideremos «adecuada», pasas a revelar tu dolor por tu gran ausencia.
Enhorabuena porque es difícil transmitir más en tan poco.
Muchas gracias, Igor, con ganas de leer pronto tu relato.
¡Abrazo!
Qué bien contado, qué buen relato. El humor inicial del ‘no llego al cacharro de la tarjeta’ que enlaza con la angustia del duelo al final.
No sé cuántos relatos quedan, acabamos de empezar convocatoria, pero votaría por este sin dudarlo.
Mucha suerte ♣
Mil gracias por tu comentario, Esperanza, a decir verdad los cacharritos estos de las tarjetas son criminales…
¡Abrazo!
Pobre chica, da penita que el dueño no lo haya iniciado. El coge se lo ha destaponado.
Un giro estupendo, tú enredándonos con el aparcamiento y al final, todo es comprensible.
Buen relato!
Perdón, mi comentario no se entiende un pimiento! Quería decir que “el duelo no lo haya iniciado y se lo ha destaponado”
Tranquila, Rosa, no pasa nada, he entendido ese «pimiento » 😉
Sí, el duelo es… se me ocurren muchas cosas pero nunca encuentro la palabra exacta para definirlo, descorazonador.
Agradezco mucho tu comentario.
¡Abrazo!
Perfectamente descrita la sensación de agobio que vive el conductor o la conductora (algunos comentarios dan por hecho que es mujer, pero yo no estoy segura, por más que busco en el texto una pista de género, no la veo; incluso, por algunos participios en masculino, me inclino más hacia un chico). Lo importante ocurre al final, donde se descubre el trasfondo y se da la razón al dicho de que una espina saca otra espina.
Sí, sí, correcto, Edita, es el prota (chico) que lo narra en primera persona. Muchas gracias por tu comentario y por la observación.
¡Abrazo!
Me ha encantado. El padecimiento de aparcar en un parking está perfectamente reflejado, pero ese final devastador me ha impactado. Mucha suerte. Un abrazo fuerte.
Mil gracias por tu lectura y comentario, Aurora. Padecimiento, buena descripción.
¡Nos leemos, abrazo!