29. Un día cualquiera ( Rosa Gómez)
Apaga la luz y la radio al amanecer. Duerme más tranquila si escucha voces y puede ver si se despierta. Lista para salir, baja a pie desde el séptimo: prefiere no exponerse a las estrecheces del ascensor ni a una posible avería. Su bicicleta está en el trastero de la entrada. Abre la puerta, da un respingo y la cierra: una telaraña en la rueda. Le pedirá a su vecino que la quite. Tendrá que ir andando. Va mal de tiempo y piensa en el camino más corto. Descarta la plaza: demasiada gente, demasiada luz. Será mejor ir por las calles que la bordean, aunque la distancia sea mayor. Mira el móvil: sus amigos proponen ir a la piscina el sábado. ¿Qué excusa se inventa esta vez? Con el agua no puede. Todo menos la verdad. Por fin llega a la facultad, un cuarto de hora más tarde. Imagina la cara inquisidora del profesor y las risitas contenidas de los compañeros. Y no entra.
¡Un día cualquiera! Eso es lo grave, vivir pendiente de sus múltiples miedos y de que no se noten. Si es que a eso se le se puede llamar vivir… Lo has plasmado muy bien. Me gusta mucho el final.
Graciosa Edita. Así lo veo, hay personas que tiene una vida con muchos condicionantes.
Gracias por comentar.
¡Madre mía, pobre mujer! Es que no falla a un palo. Si tener una fobia ya es malo, tener tantas debe ser un no vivir, y encima siempre procurando que los demás no se den cuenta. Quizás debería plantearse pedir ayuda a un profesional, a ver si logra una existencia más normal.
Un abrazo, Rosa.
Todos tenemos algún miedo, que en principio no es malo, ya se sabe que «el miedo guarda la vida», pero una cosa es la prudencia y otra el miedo constante a todo y a todos con negativas consecuencias, como le sucede a tu protagonista, que gasta todas sus energías en vanas prevenciones que afectan a su vida
Un abrazo y suerte, Rosa