Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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53. Angustia subsanable

Le gustan las caricias, pero Darío se esconde por los rincones cuando su padre llega a casa. Sus manos, tan secas de trabajar la tierra, le hieren al contacto con su fina piel. Que es un hombre de campo y de ahí la aspereza de sus dedos, le dice mamá. Al final lo acaba encontrando, y lo sienta en su regazo mientras le habla de la cosecha, y del bosque y sus animales. Luego, si nota la cara abrasada, el pequeño se pone agua para calmar el ardor. Su miedo a quedarse sin el líquido elemento le hace llevar nubes en los bolsillos. Algunas son grandes y sobresalen, y llueven un poco, y dejan a su paso un reguero de gotas. Su madre siempre sabe donde está siguiendo el acuoso rastro en el suelo.

Ahora parece que todo esto puede cambiar, pues tita Rufina trae un remedio de la capital: una crema de manos que permitirá a Darío disfrutar de las carantoñas de papá con una sonrisa.

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