58. EL ENTOMÓLOGO
Todavía no entiendo el motivo de que Silvia no haya vuelto a hablarme después de nuestra primera cita. Al principio pareció sentirse cómoda, incluso me confesó que padecía fobia a los insectos. Pero en cuanto le dije, casualidades de la vida, cuál era mi profesión, su actitud cambió. Por ello, evité alardear de los conocimientos que atesoro, cual diligente hormiguita, sobre el tema.
A final de la cena la noté más nerviosa que un saltamontes en primavera, lo que achaqué a la tensión sexual no resuelta entre nosotros. Pero al llevarla a su casa no me invitó a entrar a su colmena.
He intentado volver a quedar, pero me temo que últimamente bebe los vientos por Felipe, musculosa abeja reina con cerebro de mosquito. Hoy los he visto juntos, él tejiendo una tela de araña en la que atrapar a mi linda mariposa, ella mirándome como una avispa altanera. Al verme, ese piojoso me ha tratado con desdén, y ha agitado su mano como quien espanta una mosca.
Ojalá mi delicada libélula acabe pronto convertida en una mantis religiosa.
Muy divertida Rosalía esta visión de fobia a especialistas de insectos. Tiene un nombre? Un abrazo y suerte?
Esa mujer, con fobia a los insectos, tenía razón al alejarse de ese hombre obsesionado con ellos hasta la médula, no hsy más que ver sus pensamientos y expresiones.
Un relato muy bien construido. Los bichitos en los que casi no reparamos pueden dar mucho de sí en manos imaginativas como las tuyas.
Un abrazo y suerte, Rosalía
Vaya, se juntó el hambre con la gana de comer. Y el muy entomólogo no entiende que Silvia no lo quiera ni ver. Ja ja ja.