Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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EL UMBRAL DEL NO CUERPO

No sé si fue mi culpa. No soy supersticiosa, prefiero hablar de casualidad, otra cosa sería una locura, me digo luchando contra mi mala conciencia atrapada en mi cabeza.

Sin embargo, lo cierto es que yo pedí el deseo y luego, todo el mundo sabe lo que ocurrió luego.

Fue un acto reflejo.  Ocurre que nadie puede tocarme. Padezco desde niña un miedo absurdo al contacto humano del que ningún psiquiatra me ha sabido hasta ahora curar. Afenfosfobia, llaman con cierta cautela a mi trastorno. Algo aterrador, os lo aseguro. Cada vez que alguien se aproxima con intención de saludarme: una palmada en la espalda, un apretón de manos, un abrazo inesperado o, dios no lo quiera, la intención de besarme, aunque sea en la mejilla antes incluso de llegar a rozarme, mi cuerpo colapsa, las pulsaciones se disparan, el aire no alcanza los pulmones, un grito mudo anuda mi garganta y, tras unos segundos de pánico, caigo al suelo desmayada.

Por eso aquella noche, como tantas otras, recé a la estrella lo imposible, todos siempre a dos metros de distancia, lejos, bien lejos de mí, prohibido cualquier acercamiento

Y entonces, ¿Quién iba a imaginar que esa vez daría resultado?

2 Responses

  1. Ángel Saiz Mora

    Hay que tener cuidado con lo que se desea, porque es posible que se cumpla. Una vez conseguido, ahora empieza el verdadero problema de tu protagonista, que transmite muy bien su angustia.
    Un saludo y suerte, María

  2. Rosalía Guerrero

    Entiendo que pidió a una estrella fugaz el mismo deseo de siempre, pero por desgracia, esta vez se le cumplió. Se me ocurre que acaso esa estrella era un misil.
    En cualquier caso, un abrazo y suerte.

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