80. Descubrimiento impactante (Alberto BF)
Alicia era incapaz de hablar en público. Se había convertido en algo superior a sus fuerzas, y, cada vez que lo intentaba, sufría fuertes taquicardias, acompañadas de unos mareos insoportables. Alguna vez, incluso, se desmayó en las exposiciones grupales en su temida asignatura de Comunicación, para sobresalto de sus compañeros.
Pero era una persona muy inteligente, y encontró dos soluciones para sortear su fobia particular: por un lado, tomar un chispacito de cazalla antes de cada discurso, para atreverse con lo que hiciera falta; por otro, pedir a su amigo de confianza que se sentara en primera fila y le fuera recordando su argumentación a través de un pinganillo.
A partir de ese momento, todo cambió. Sus exposiciones comenzaron a ser un éxito, y ella se sintió cada vez más segura de sí misma. Su imagen de aplomo y determinación calaba profundamente entre los asistentes a sus ponencias.
Un día, de repente, comenzó a pronunciar frases raras, sin haber bebido apenas cazalla. Decidió investigar, y se revelaron ante ella dos realidades desconcertantes: la primera fue que su amigo, supuestamente abstemio, era un alcohólico irredimible.
La segunda, demoledora, la dejó aún más perpleja: aquel inocente pinganillo transmitía los efectos del alcohol.


¡Jajaja! O sea, si no lo he entendido mal, tu protagonista le paga sus desvelos a su amigo pasándole los efectos de la cazalla mañanera que ella se tomaba, pero sin que el pobre se diera el gustillo. Muy original, Alberto. Me alegra que Alicia consiguiera superar sus miedos, y espero que al final todo acabe bien: que ella pueda prescindir de ambas cosas, cazalla y pinganillo, para dar sus discursos, y que su amigo logre desintoxicarse.
Un abrazote bien gordo.
¡Muchas gracias, Ana María!
La verdad es que hay varias interpretaciones, y esta que haces tú me parece bastante interesante. ¡Te la compro!
¡Un abrazo gordo de vuelta!
Qué difícil es superar el miedo a hablar en público. Los truquillos de tu protagonista eran originales y eficaces, hasta que se reveló que tenían un peligro latente. Aunque para original, que el pinganillo transmita también los efectos del alcohol, la tecnología nunca deja de sorprender y de impactar, la imaginación, tampoco, si va acompañada de buen humor, aún tiene más mérito.
Un abrazo y suerte, Alberto, con este divertido relato.
Muchas gracias, Ángel, por tu comentario.
La tecnología avanza de manera vertiginosa, y ya no hace falta tomarse una copa para experimentar los efectos del alcohol. Basta con tener un compañero que se la tome, y un pinganillo de última generación. «Qué alantos», diría mi abuela.
¡Fuerte abrazo, y suerte para ti también!
Exactamente: impactante el descubrimiento final.
Un pinganillo de alto impacto, Edita.
¡Muchas gracias, y un abrazo!
Hola, Alberto.
Me identifico totalmente con Alicia. Lo mío no llega a ser una fobia pero lo paso realmente mal. Menos mal que no me da por la cazalla ni por usar ese pinganillo traicionero. Muy bueno y con un giro final divertido e impactante.
Un abrazo fuerte.
Nuria, podemos intentar optimizar esta solución del pinganillo… seguro que conseguimos una solución mucho más adecuada.
Si doy con ella, te aviso.
¡Muchas gracias por tu comentario, y fuerte abrazo de vuelta!
Madre mía, qué liada. Giro y contragiro final. Me ha gustado mucho. Un abrazo y mucha suerte.
Qué mareo con tanto giro, Aurora. Y con la cazalla, más…
¡Muchas gracias por tu comentario, y un abrazo!
Es que la cazalla y los pinganillos tienen mucho peligro. ¡Y más aún si se combinan!
Fobia superada, amigo alcoholizado.
Un abrazo y suerte.
«Fobia superada, amigo alcoholizado» habría sido un buen título para el micro. Me gusta, Rosalía.
¡Muchas gracias por tu comentario, un abrazo y suerte para ti también!