Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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94. Solución final

La risa me mata. Lo peor son las carcajadas incontroladas, esas me arañan el cerebro, desgarran pensamientos, aniquilan emociones, arrasan nervios y neuronas hasta que pierdo el control de los esfínteres.  

Trabajo en una biblioteca y al terminar doy largos paseos por el tanatorio. Me acerco, murmuro el pésame. Pocos familiares preguntan. Ninguno ríe. Yo abrazo sus penas, las respiro, me alimento con sus quejidos y sus lágrimas.  

Vivo con mi madre viuda, ni amigos ni novia. Cuando nos visita mi hermana pongo una excusa y desaparezco. Su risita histérica me resulta especialmente dañina.  Así he conseguido sobrevivir hasta que le ha dado por ser madre soltera y pasar unos días en casa. Para que mamá la ayude con el bebé.  

Mi madre ha dejado de ser sombra y silencio para transformarse en hiena desbocada. Ríe si el bebé hace pedorretas, si escupe la papilla, si agita el sonajero, si se queda embobado con el dichoso ajooo, ajoooo.   

Hoy las he sorprendido con entradas para una película de ese actor rubio que las vuelve locas, se merecen un descanso.  

Enfrentarme al bebé me asusta, pero me tranquilizo después de observarle durante casi una hora y comprobar lo frágil que es. 

5 Responses

  1. Qué astuto, irse al cementerio para esquivar esa risa que tanto horror le produce. Pero lo de la madre convertida en hiena desbocada me ha matado a mí, jajaja. Porque es completamente cierto que las abuelas se esponjan y se expanden con las gracias de un bebé (que son graciosos, para qué negarlo). Lo que me preocupa un poco es el final… intuyo un propósito nada bueno en esa última frase o es mi imaginación negra y calenturienta?
    Un abrazo, Elena.

  2. Ángel Saiz Mora

    Esa terrible «solución final» es una expresión histórica tan cruel como aplicable a tu personaje, que puede hacer pagar a una inocente víctima unos miedos tan particulares y personales como injustificados, y todo por su aversión absurda al buen humor.
    Un abrazo y suerte, Elena

  3. Rosalía Guerrero

    Uff, Elena, me he quedado temblando. Lo de trabajar en una biblioteca y visitar el tanatorio está muy bien, pero esa solución final pone los pelos de punta.
    Un abrazo y suerte.

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