35. Llámalo providencia y sonríe
Cuando alguien le contaba que estaba ahorrando para las vacaciones y que en la hucha sólo metía monedas de dos euros, ella asombrada se decía a sí misma: «¡Yo no podré hacer eso en mi vida, si a mí una moneda de dos euros a veces me salva el último día del mes!»
En una ocasión, mientras disfrutaba de un baño en la piscina, escuchó la siguiente conversación entre un grupo de amigas que tomaban el sol en el bordillo: «Chicas me ha devuelto hacienda setecientos euros, así que este año me voy de crucero», su mente volvió a echar cuentas y aunque lo que le devolvió el fisco a ella no llegaba a esa cantidad, lo peor es que no le había dado tiempo a enterarse, la cesta de la compra había recibido ese dinero como agua de mayo.
Esta mañana cuando fue a su rinconcito escondido, encontró el nido vacío y necesitaba comprar yogures y huevos. Bueno pues habría que improvisar, no sería la primera vez; pero, había una cartera vieja debajo y….los cincuenta euros que allí estaban dobladitos le iban a arreglar los dos días que le faltaban para cobrar.
¡Sorpresa mayúscula y amplia sonrisa!


Ostras, durante unos años recolecté monedas de dos euros para meter en una hucha de lata. Cuando estaba a tope sacaba más de setecientos lereles, que me venían divinamente. Algunas amigas me las guardaban, pero otras entraban en liza pro conseguir la codiciada monedita. Y alguna vez también he encontrado un billete dobladito, pero no en la cartera, sino en el neceser que uso cuando viajo.
Por suerte para mí, no ando tan ajustada como tu protagonista, por lo que entiendo que su alegría es mayor que la mía.
Un abrazo y suerte.
Afortunadamente tu, pero mi protagonista se ve un poco más apurada, aunque creo que es una persona positiva.
Un abrazo también para ti y gracias por el comentario.
A veces las cosas suceden en el momento más inesperado y cuando más falta hace que ocurran, incluso cuando se trata de dinero, como a tu protagonista, aunque en este asunto suele ocurrir lo contrario, sobre todo cuando las necesidades a satisfacer superan las cantidades de las que se dispone. Es mal fácil que el dinero se escurra como el agua entre las manos a que aparezca de improviso, pero para eso está la literatura, para imaginar mundos posibles. En todo caso, que nunca falte una sonrisa, como indica el título.
Un abrazo y suerte, Ana
Gracias como siempre por comentar Ángel, efectivamente lo que nunca debe faltar es una sonrisa.
Un abrazo.