01. NEGRO SOBRE BLANCO
Don Mateo, seguramente, perfila algún personaje absurdo para otro relato.
Nadia, mientras tanto, pasa el trapo, en silencio, por el fondo del escritorio. Al levantar un papelito doblado junto a la lámpara, un inesperado arrebato de curiosidad la empuja a guardarlo en el bolsillo del mandil. Continúa su labor. Lo leerá más tarde.
Después, mientras pasa el plumero por la librería, imagina las intensas vidas de Karenina, Bovary, Ofelia, Eyre… Y al mismo tiempo, no entiende bien qué hace ella allí, malgastada, cuando es capaz de imaginarse en labores mucho más interesantes: podría ser una gran actriz, o una buena cantante, si alguien la hubiera escuchado alguna vez…
Al final de la jornada, mientras se desviste del uniforme blanco y negro, sus dedos se enredan en la doblez de esa cuartilla que don Mateo debió dejar junto a la lámpara y que ella ha recogido no sabe muy bien por qué razón.
Cuando la abre maldice a su autor, —escritorcillo presuntuoso del tres al cuarto llega a llamarlo—, por, con un cinismo inútil, mostrarle lisa y llanamente cuál es su extravagante papel protagonista mediante esas doscientas palabras que comienzan con «Don Mateo, seguramente, perfila algún personaje absurdo para otro relato».

