61. Asuntos pendientes (Juana María Igarreta)
Sandra está apenada. Ha perdido uno de los pendientes de plata envejecida. Se los regaló Lucas el primer año de convivencia. Cuando todavía sin comprometerse a nada las horas separados se les hacían eternas. Cuando aún no sabían que si te abandonas en brazos de la rutina los días se vuelven grises.
Después de echar un vistazo por la casa, le dice a Lucas que baja al garaje a mirar en el coche.
Utiliza la linterna del móvil y un bulto en el asiento de atrás llama su atención: es el jersey beis de Lucas hecho un ovillo. Varios cabellos largos y cobrizos brillan arremolinados en la pechera de la prenda. El hallazgo le genera sentimientos que van de la decepción al alivio. Se pregunta si Lucas se está viendo con alguien. Ojalá. Si pensaba decírselo. Ojalá.
Continúa con la búsqueda del pendiente, mirando minuciosamente debajo de los asientos delanteros. No aparece.
Mientras sube en el ascensor no aparta los ojos de los pelos rojizos adheridos al jersey de Lucas. De pronto le asalta una duda: “¿Y si Juan se llevó enganchado el pendiente en su chaqueta?”.


Título muy apropiado. Esos “ojalá” dicen mucho más que un relato entero. La pregunta final es total.
Muchas gracias, Edita, por leer y comentar tan acertadamente. Saludos.
Buscando una cosa se encuentra otra cuando menos lo esperaba, aunque quizá hubiera sido mejor no hallar nada, hubiera vivido engañada, pero también más feliz.
Un abrazo y suerte con esta historia de enredos encadenados y esclarecedores, Juana
Bueno, la verdad es que yo no lo vi así al escribirlo. Aunque Sandra al ver el jersey con cabellos de otra siente cierto desencanto, seguidamente se transforma en alivio, ya que ella también le está ocultando a Lucas lo de Juan. Lo que ellos no se habían contado todavía, la serendipia lo delata. Muchas gracias, Ángel, por comentar una vez más. Otro abrazo para ti.
Hola, Juana. El pendiente perdido era lo que Sandra buscaba, y en su lugar, terminó encontrando esos cabellos largos adheridos al jersey de Lucas, peueba irrefutable de su engaño… Pero hete aquí que el lector sospecha: ¿por qué se lo toma tan tranquilamente y dice ese «ojalá»? Entonces nosotros, los lectores, subimos con ella en el ascendor, y literalmente le leemos la mente: ¿Y si Juan se llevó enganchado el pendiente en su chaqueta? y ahí ese «ojalá» cobra todo el sentido del mundo… No estamos en presencia de un engaño, si no de dos…
Muy bien tramada y contada tu serendipia, Juana, me gustó.
Cariños,
Mariángeles
Hola, Mariángeles. Desde luego no se puede comentar más claramente el mensaje del relato. Y gracias también por tu generosa valoración. Qué bien que te haya gustado. Besos agradecidos.
Vaya sorpresa final, pensaba que los «ojalá» eran unicamente porque la rutina había matado al amor, pero ya veo que hay al menos un motivo más bastante contundente. Muy bien llevado desde el principio hasta el desenlace.
Un abrazo y suerte.
Qué comentario tan generoso, Rosalía. Mil gracias por pasarte. Otro abrazo para ti.
¡Anda, qué bueno! Me encanta ese final inesperado. Mucha suerte.
Pues me alegra mucho saber que te encanta la sorpresa final, Izaskun. Gracias por pasarte y decírmelo. Un abrazo.
Coincido con los comentarios anteriores: muy bien hilada la historia, muy bien elegidas las palabras, y muy bueno ese giro final. Un micro redondo.
Abrazos.
Pues qué alegría me das al decírmelo tan generosamente. Muchas gracias, Ana María. Abrazos también para ti.