Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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75. El poder de una sonrisa

Siempre había sido un tipo más amargo que un pomelo, huraño, hosco y malcarado. Incluso en la cuna. La gente prefería un mal pisotón antes que permanecer en su compañía. Pero tanta bilis contenida durante años terminó por asomarse en ardores, pinchazos y retortijones. Y cuanto más le dolía, más amabilidad notaba en el vecindario —buenos días tenga usted—, en las paradas del mercado —¿qué desea, buen hombre?—, en sus paseos —que vaya bien, don Anselmo— cuando con alguien se cruzaba. No comprendía ese cambio, esa cordialidad, esa absurda simpatía. En casa le daba vueltas y más vueltas. «Cabrones», se reconcomía por dentro; —son unos cabrones —rezongaba por fuera. Hasta que en una noche de infames dolores pudo ver que la mueca que el sufrimiento componía en el espejo reflejaba una cara de estúpida y amable sonrisa.
Ahora no siente dolor. Le gusta que le saluden, que le hablen y la compañía. Aún le cuesta sonreír. Y si ve que alguien le mira con reserva o reticencia, respira hondo, se concentra, mantiene el aire y se pellizca disimuladamente con todas sus fuerzas.

4 Responses

  1. Ángel Saiz Mora

    Si hay algo poderoso es una sonrisa, un arma amable, no agresiva, que todo lo suaviza, por dentro y por fuera. No es ninguna broma eso de «a mal tiempo, buena cara».
    Simpático relato, que a pesar del conflicto interior del protagonista se lee con agrado, con mensaje positivo,
    Un abrazo y suerte, Rafa

  2. Raúl Aragoneses

    Qué micro tan bien construido, cuántas capas hay detrás, amigo Rafa, marca Loscertales que podría identificar con los ojos cerrados o en un anónimo veneciano. Que la sonrisa no sea fruto de la bondad, sino del dolor, y que la relación con el mundo dependa de su sufrimiento físico es una inversión maravillosa, una serendipia involuntaria que logra que el mundo lo trate con amabilidad, a pesar de ese carácter. Bravo. Y suerte, toda. Abrazos.

  3. Madre mía, qué tipo tan desagradable. Menos mal que se da cuenta de que por las buenas todo es más agradable, para él y para los prójimos que le rodean, y sabe aprender de la lección. Seguro que no le vuelve a salir la úlcera (o lo que fuese).
    Qué bien llevada la historia, Rafa, y cuánto detalle, casi se puede ver asomar al protagonista detrás de cada frase. Me alegro de que termine bien, después de todo: un gruñón reformado.
    Besazos.

  4. Rosalía Guerrero

    Un vínculo asombrosa entre el dolor y la amabilidad de una sonrisa. Soprendente y con un trasfondo humanista.
    Un abrazo y suerte

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