77. Mano de santo (Jesús Navarro Lahera)
Pese a que seguimos sin resolver el problema con el nuevo vecino, al menos se ha solucionado el tema de la plaga de ratones que asolaba el edificio. Sin embargo, y aunque ya no tenemos que soportar a esos molestos roedores, la comunidad continúa alborotada. Uno de los que más protesta es mi marido, para el que es intolerable que tengamos que aguantar las malas pintas del desgarramantas del quinto, como él lo llama.
Dice que es inadmisible que deambule por ahí con ese aspecto, siempre con ropas de colores chillones que le quedan enormes, como si se las hubieran regalado, además de llevar los pelos sucios sujetos en una especie de coleta y dejar a su paso un olor a cabrales que espanta.
Yo me callo, por nada del mundo desvelaría que conmigo su relación ha sido exquisita desde el primer día. Cuando me he cruzado con él, obviamente a solas, me ha tratado con suma cordialidad, igual que yo, claro. Incluso hace un par de semanas le dio por regalarme un trozo de tarta de queso casera, que, por supuesto, nunca pruebo, ya que pude comprobar los efectos que tenía en los ratones que hurgaban en la basura.


Jejeje, hay encuentros, serendipias humanas, que es mejor dejarlos en las buenas formas y maneras. Ir más allá tiene consecuencias siniestras. Me pasó algo parecido, querido Jesús, con una vecina medio bruja que me regalaba bizcochos. Era el presidente de mi comunidad y, claro, a ella no le gustaban las derramas necesarias para los arreglos. Aun así, se hacía la amable y me los subía de vez en cuando: iban al contenedor todos. Lo que me quedó por ver es qué pasaba en ellos. La vida misma, muy divertido. ¡Buena suerte también, amigo mío!
¡Ay madre! Espero que los bizcochos no fueran de queso, Raúl, jajaja.
¡Qué bueno, querido Raúl! Esa vecina se merece una historia, igual de cruentas muertes o de mágicos amaneceres en los brazos del presidente de la comunidad 😉 Un abrazo
¡Jolines con la cordialidad del vecino! Hay amabilidades que matan, jajaja.
Mira, según avanzaba el relato he pensado de todo: desde que el vecino era un moderno Flautista de Hamelin hasta que se liaba con la protagonista, qué bien has sabido ocultar el quid de la cuestión hasta el final, Jesús.
Un abrazote, querido compi.
Muchas gracias, querida Ana María. No ibas mal desencaminada… como flautista sin instrumento ha hecho el trabajo de cargarse a los ratones, aunque ni siquiera sepa que ha sido gracias a sus tartas de queso con ingrediente extra… Un abrazo
Estupendamente contada y llevada la historia hasta la sorpresa final. Muy lista ella, y más todavía cuando se le ocurra guardar un trocito de la tarda milagrosa para una necesidad… Ja ja ja.
Jajaja, qué buena idea, Edita…maligna, deliciosa, igual esta buena mujer aparece en próximos relatos… Un abrazo
No hay mal que por bien no venga. La práctica asesina del vecino ha servudo para terminar con una plaga de roedores indeseados, aunque para indeseado él, el marido tiene razón con sus reparos, y se queda corto.
Un relato de inteligente humor negro, con desenlace inesperado.
Un abrazo y suerte, Jesúa
Muchas gracias, Ángel, si es que ya avisaba la narradora que habían acabado con los ratones, aunque el vecino indeseable no se va ni con agua caliente… a ver qué se les ocurre hacer en ese vecindario tan bueno para crear historias. Un abrazo
Yo no diría que tiene mano de santo ese vecino tan gentil, más bien, todo lo contrario… ¡Y vaya si lo saben las ratas!
Salvando las diferencias, esta historia me recordó a un famoso caso policial, aquí en Argentina: el de Yiya Murano, una asesina serial. Ella les pedía dinero a sus amigas, luego las invitaba a tomar el té y las mataba con masas envenenadas, por lo que se entiende, y más que bien, que la protagonista no pruebe la tarta de queso y la tire a la basura… Moraleja: hay vecinos con los que, mejor, ni meterse…
Un micro escabroso, por cierto, pero muy bueno, Jesús.
Un beso y suerte para vos,
Mariángeles
Muchas gracias, Mariángeles… está visto que la realidad supera la ficción… cómo están los vecindarios 🙂 Un abrazo grandote
Ahhh, pues a mí también me has engañado, pensaba qué se iba a liar con ese vecino «desgarramantas». Qué buen palabro!
Un abrazo y suerte.
Jajaja, esa era una posibilidad a crear, o más bien a que los lectores pensarais que podía ocurrir. Estos desgarramantas… qué cuidado hay que tener con ellos. Un abrazo grande
Jajaja, me encanta ese adjetivo “degarramantas”, y lo del olor a cabrales. Que desagradable el tipo. Muy bueno, Jesús, con un final totalmente inesperado.
Mucha suerte y un abrazote grande!!
Muchas gracias, Nuria. Todo un personaje ese vecino con buena mano para la repostería, aunque con algún ingrediente secreto que acaba con las plagas de ratones, y quizás con otras que surjan en ese curioso vecindario :). Un abrazo grande