Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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28. Lo que nunca podrá saber un forense (Toribios)

Ansiaba los viernes por aquel concurso multicolor que le hacía olvidar las amarguras de un trabajo que le hastiaba. Desde la ruptura, se había convertido en un ser asocial que prefería -según decía él mismo- “la paz de su cueva”, antes que la algarada de los bailes de segunda oportunidad. Así que, se arrebujó en su manta preferida y se dispuso a gozar de un rato de diversión reparadora.

Pasó un rato y se fue quedando un tanto aletargado. Cuando abrió los ojos, las imágenes coloridas y vibrantes se habían trocado en fotogramas antañones en un blanco y negro en consonancia con unos presentadores endomingados, de voces altisonantes y dicción esmerada.

Instintivamente se acercó a la pantalla y le dio unos recios golpes. ¿Pero dónde se golpea una pantalla plana? Pues en aquella superficie amplia, sobre el tapete de ganchillo. ¿Estaré soñando? Fue lo primero que pensó, justo antes de que entrara en la sala su abuela, con su melena blanca y su bata de guata, como la recordaba.

Vino hacia él y le abrazó. Rodeó de calor su alma atormentada y su pequeño cuerpo de muchacho. Y sintió la tranquilidad de quien se sabe a salvo de todo mal.

3 Responses

  1. Ángel Saiz Mora

    Tu protagonista, sea sueño o realidad, necesitaba, tras su trauma personal, volver a encontrarse a sí mismo, a la sencillez de un pasado en el que se sentía arropado y querido, con menos colorines, pero más autenticidad.
    Esas televisiones con el tapete de ganchillo son parte de la vida de muchos de nosotros.
    Un abrazo y suerte, Antonio

    1. Gracias, Ángel, siempre al pie del cañón. Ay, los tapetes de ganchillo. A veces faltaban muebles para poner todos los que las abuelas tejían. Tienes razón, a veces el b/n es más auténtico. Un abrazo.

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