46. Blitz
Tic-tac-tic-tac, hoy la hierba crece demasiado rápido en el Distrito C3, tic-tac-tic-tac, los setos también, tic-tac-tic-tac…
—¡Oh, cielos, la vida está acelerada! —exclaman los jardineros.
Tic-tac-tic-tac, el sol se desliza cual patinador olímpico, tic-tac-tic-tac, en segundos, las grullas cruzan el cielo de norte a sur (y viceversa) y los árboles caducan, rebrotan y recaducan, llenándolo todo (otra vez) de hojas secas, tic-tac-tic-tac…
—¡Dios santo, qué locura! —gritan los barrenderos.
Deben adaptarse, tic-tac…, ya han oído historias así, tic-tac…, leyendas sobre mundos que colapsan, tic-tac…, que aceleran y aceleran y aceleran hasta ser aplastados por su propia ambición, tic-tac…, pero ellos poco pueden hacer, salvo… mantener la fe.
Y barrer más rápido. Tic-tac.
Y podar con más eficacia. Tic-tac-tic-tac.
Y trabajar mejor. Tic-tac-tic-tac-tic-tac-tic-tac-tic-tac-tic-tac-tic-tac.
De pronto, todo se detiene.
Silencio, ahí llega: el cielo está cubierto por una gigantesca figura blanca, que desciende, lentamente.
Hasta reventar edificios, árboles… y cuerpos.
No hay salida.
Tic…
Mientras mueren aplastados, los operarios del distrito C3 escuchan su propio epitafio, una letanía satírica que retumba por todas partes:
—Alfil blanco a C3, jaque mate —sentencia el eco poderoso—, fin de la partida rápida.
… tac.


Hola, Alberto:
Me has dejado el cuerpo temblando y más nervioso que con 100 cafés. Yo pensando en hormigas… El final me dejó «aplastado». No sé si me ha gustado o no. Pero nervioso, estoy.
Felicidades y suerte.