73. La línea
El funcionario viste de negro y mira la pantalla blanca del ordenador. No levanta la vista. Tú estás de pie. No eres una amenaza. No molestas por quién eres, sino porque existes donde no toca.
Cuando empiezas a hablar, ya te han clasificado. La piel habla antes que tú. El origen. El acento. La ley es clara. No admite matices. No pregunta por el viaje, ni por el hambre, ni por los muertos que dejaste atrás. Admitirlos sería mancharla.
Esperas con otras personas. Cuerpos cansados. Madres que han aprendido a callar. Hombres agotados. Niños que juegan a no existir. Nadie protesta. Todo está diseñado para que aceptéis. Las paredes son blancas. El silencio es negro. Un guardia vigila sin mirar. Su conciencia está en descanso. El racismo se presenta como orden, como defensa, como sentido común del primer mundo, que protege su comodidad con palabras limpias y decisiones sucias.
Te suben a un autobús oscuro. A través del cristal ves luces blancas, escuelas, hospitales, mesas servidas. Sabes que alguien dirá que no es culpa suya y dormirá tranquilo.
El autobús avanza hacia la noche. Detrás queda un país satisfecho. Delante, sobrevivir.
Entre ambos, una línea


Una línea que separa dos mundos. Has expresado muy bien un intento de traspasarla, uno de tantos. Poco valoramos los que estamos en el lado amable lo que tenemos, y poco hacemos por los que tienen menos suerte.
Un relato claro, certero y a la conciencia.
Un saludo y suerte, Iñaki